¿Qué implica un cambio de uso y/o escala en los edificios? ¿Cómo una iglesia o capilla puede transformarse en vivienda? Si bien la arquitectura de numerosos espacios sagrados contemporáneos demuestra una gran capacidad de adaptación y evolución, los límites de la creatividad de varios profesionales se extienden más allá de su concepción como estructuras de espiritualidad o culto únicamente. A nivel global, la reconversión de grandes iglesias y pequeñas capillas en viviendas particulares denota un amplio campo de intervención y exploración capaz de preservar, restaurar, adaptar y/o renovar el carácter de espacios concebidos con otros usos y escalas que, por diversas razones, han quedado abandonados, obsoletos o demandan una transformación.
Construir una cúpula monumental sin recurrir a cadenas de hierro externas ni a un cimbrado tradicional fue el enorme desafío que enfrentó Filippo Brunelleschi en la Catedral de Santa Maria del Fiore, en Florencia. Para demostrar la viabilidad de su propuesta y guiar la construcción, se apoyó en un modelo de madera a gran escala que desempeñó un papel fundamental en el estudio de las proporciones, el entrelazado de las nervaduras y la disposición innovadora de los ladrillos mediante el sistema a spina pesce (espina de pez). Como herramienta técnica esencial, este modelo —que aún se exhibe en el Museo dell’Opera del Duomo de Florencia— orientó a los maestros de obra durante toda la construcción, consolidándose como un ejemplo clave del valor de los modelos en la planificación arquitectónica, la comunicación constructiva y la experimentación.
¿Qué puede revelar la arquitectura de un pabellón sobre su país? En las grandes Exposiciones Mundiales, la mayoría de los pabellones nacionales intenta responder a esta pregunta, convirtiéndose en una arquitectura cargada de simbolismo. Estructuras temporales, sí, pero densas en significado, funcionan como declaraciones políticas. Son pabellones que condensan, en su forma y material, las ambiciones de sus países de origen. La Expo Osaka 2025, como el capítulo más reciente de esta tradición, evidencia la creciente sofisticación con que las naciones utilizan el espacio construido para proyectar al mundo una imagen de sí mismas: sostenible, tecnológica, culturalmente distinta y geopolíticamente relevante.