
Hace algún tiempo participé de un seminario en el que se exponían diferentes Proyectos de Título y se generaba una discusión entre los expositores, el público y el panel de arquitectos. En aquella ocasión se puso en discusión cual debía ser el rol de una obra de arquitectura, existiendo dos visiones.
Por un lado uno de los arquitectos proponía que los proyectos debían ser radicales, diferentes y alejarse de lo correcto, este concepto le producía suspicacia y le parecía poco interesante, formulaba inclinarse por una arquitectura caliente, en lugar de una tibia, más silenciosa y correcta, que a mí parecer es mucho más responsable, madura, perdurable e interesante.