El espacio se ha convertido en un lujo en muchas de las ciudades más densamente pobladas del mundo, una realidad cada vez más difícil de ignorar. Mega Ciudades como Tokio, Shanghái, Bombay, Ciudad de México y São Paulo superan ya los 20 millones de habitantes, mientras que otros centros urbanos de Asia y África continúan expandiéndose rápidamente. Entre ellos destaca Delhi: si se mantienen las tendencias actuales, se prevé que se convierta en la ciudad más poblada del mundo en 2028. A medida que estas ciudades crecen, las viviendas —especialmente las de nueva construcción— responden a una nueva lógica: los metros cuadrados se reducen, el mobiliario se adapta y la vida cotidiana aprende a encajar y prosperar en entornos de alta densidad. Este cambio no se relaciona solo con el tamaño; refleja una nueva forma de habitar. Donde antes dominaba la amplitud, ahora prevalece la densidad. Cada rincón adquiere valor espacial y comercial, y la cocina se perfila como uno de los mayores retos del diseño habitacional contemporáneo.
En arquitectura, los desniveles internos muchas veces son consecuencia directa de las condiciones topográficas del terreno. En este caso, los espacios interiores –y sus múltiples desniveles- son el reflejo de las estrategias de diseño adoptadas para permitir que los edificios se amolden a las diferencias de altura del suelo –es común, por ejemplo, encontrar proyectos escalonados en lotes con fuertes pendientes, montes o acantilados-. Además de este primer condicionante, la incorporación de desfasajes y desniveles en los interiores también puede adquirir un carácter funcional, permitiendo segmentar los espacios de manera virtual, cortando el plano horizontal a través de medios niveles más altos o semienterrados –así, por ejemplo, un espacio que se ha rehundido o elevado 50 cm respecto a su contiguo, aparece como un sector diferenciado sin necesidad de incorporar muros u otros cerramientos-.