Local Comunal San Martín de Orúe, en La Balanza, Comas. Image Cortesía de BIAU
Entre el dinamismo y la velocidad que caracterizan nuestra vida en el mundo contemporáneo, especialmente en relación a nuestras ciudades y entornos construidos, resulta inevitable reconocer la importancia de preservar espacios de pausa y reflexión, esenciales para abordar y debatir los temas clave de la arquitectura y el urbanismo que nuestra sociedad necesita con urgencia hoy. La última edición de la XIII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo, celebrada del 2 al 6 de diciembre en Lima, Perú, propició un encuentro único para este tipo de reflexiones y diálogos. Bajo el lema 'CLIMAS: Acciones para el buen vivir', el evento reunió a arquitectos y referentes del ámbito, quienes durante una semana participaron en mesas redondas y conferencias, donde la discusión se centró en los desafíos del habitar contemporáneo global, y en especial en los compartidos entre España y Latinoamérica, actuando así como un puente de conocimiento entre ambos contextos.
¿Quién iba a imaginar que una pared recién pintada, tan lisa y brillante, podría esconder un gran problema? La pintura es uno de los acabados finales que aportan belleza y protección a los ambientes, ya sean internos o externos. Pero detrás de este toque de color, hay una capa invisible que se acumula silenciosamente en nuestros ecosistemas e incluso en nuestros cuerpos. Según una investigación reciente realizada en Suiza, la pintura de construcción es una de las mayores fuentes de contaminación por microplásticos en océanos, ríos y otros entornos. Estos, de menos de 5 mm de tamaño, ingresan a los ecosistemas a través de la erosión y dichos residuos se acumulan en los cuerpos de los animales marinos y terrestres (y, en última instancia, en los humanos), cuyos impactos a largo plazo en la salud humana aún se están estudiando. Hasta el momento, las evidencias indican que la exposición continua puede contribuir a una variedad de problemas, tanto físicos como metabólicos.
La arquitectura romana, célebre por su grandeza, precisión e innovaciones técnicas, ha fascinado a historiadores y entusiastas durante siglos. Al combinar funcionalidad y estética, transformó los paisajes urbanos de la antigüedad y dejó un legado que continúa influyendo en la arquitectura contemporánea. Estructuras icónicas como el Coliseo, el Panteón y los acueductos romanos ejemplifican el ingenio romano al utilizar materiales como el hormigón e implementar técnicas avanzadas, como el arco y la bóveda, que aseguraban durabilidad y eficiencia en sus construcciones. Sin embargo, gran parte de la teoría y el conocimiento que sustentaron estas hazañas notables se han perdido con el tiempo, dejando lagunas intrigantes en nuestra comprensión de sus métodos y prácticas.
La vivienda para estudiantes ha experimentado una transformación notable durante el último siglo. Una vez vista como una necesidad utilitaria, proporcionando refugio y servicios básicos para estudiantes, esta tipología arquitectónica ha evolucionado para abordar demandas sociales, culturales y urbanas cada vez más complejas. Comenzando con el enfoque modernista de Le Corbusier en la Cité Universitaire en París, la residencia estudiantil ha reflejado tendencias más amplias en arquitectura, urbanismo y cambio social.
Hoy en día, estos edificios deben atender a una población altamente diversa y transitoria, navegando las presiones de asequibilidad, densidad y los estándares de vida en evolución de los jóvenes adultos. Con la rápida urbanización y el aumento de la movilidad estudiantil, las universidades enfrentan ahora el desafío de diseñar viviendas que no solo sean funcionales, sino también adaptables a diferentes contextos culturales y sociales. Esto ha llevado a soluciones más flexibles e innovadoras que promueven tanto la privacidad como la vida comunitaria.