Por Marcelo Faiden, Arquitecto de Adamo-Faiden Arquitectura
Las naturalezas muertas resultaron ser uno de los medios más fértiles para muchos de los pintores cubistas. Con ellas lograron desplazar el interés que hasta el momento suponía el motivo o el tema a retratar, para concentrarse definitivamente en la consistencia visual que presentaba el lienzo.
El proceso de construcción resultaba aparentemente simple. En primer lugar seleccionaban una serie de objetos cuyas formas ya depuradas por el tiempo traían asociado un alto grado de estabilidad. Guitarras, botellas o pipas fueron algunos de los elementos ideales sobre los cuales desplegar una nueva mirada. Su simpleza y carácter mundano los transformó en objetos fácilmente neutralizables y por tanto óptimos para incluir en esta aventura. La instancia decisiva comenzaba cuando dispuestos intencionadamente en el lienzo lograban establecer relaciones formales inteligibles solo a través de una mirada activa.
Los pintores cubistas presentaron a través de las naturalezas muertas un sujeto capaz de aislar y transformar elementos del mundo con la suficiente habilidad para establecer vínculos impensados hasta el momento. Precisamente fue la consistencia de estas relaciones la que les permitió construir otra realidad.
Existen ya una serie de indicios que nos llevan a pensar que el trabajo de Mario Roberto Álvarez ha comenzado a pertenecer al universo de las guitarras, las botellas y las pipas.
En primer lugar, cabe mencionar que el paso del tiempo ha hecho un trabajo impecable sobre su obra*. Lentamente ha erosionado todo lo que en algún momento se nos presentó como heroico, ideológico o racional, para dejarnos sin antesalas ni argumentos con fecha de caducidad, frente a un modelo de belleza que hoy más que nunca nos resulta propio.
Por otra parte, la universalidad de sus soluciones ha generado un catálogo latente, un material de paso obligado para gran parte de sus colegas. Quién deba insertar una torre en una manzana consolidada sabe que podrá comenzar estudiando el edificio Panedile I o el Club Alemán; o quién desee diluir la ochaba de los bajos de un edificio en altura sabe que en Posadas y Schiaffino encontrará un ejemplo canónico. Pero también estará disponible la obra de Álvarez para quien quiera verificar las múltiples maneras de resolver con criterios de precisión, economía y consistencia tanto un edificio como una cortina de enrollar, una escalera, un pasamano, una carpintería. En definitiva, quién entienda que la simplificación es el mejor camino para la intensificación de la experiencia, encontrará en ésta obra un ámbito de proyección inagotable.
Por último, existe un tercer indicio que da cuenta de la existencia de un proceso de depuración similar al que los cubistas sometían a sus elementos: casi como si se tratase de un acuerdo tácito entre sus pares más jóvenes, de la noche a la mañana, Mario Roberto Álvarez ha pasado a ser Álvarez, a secas.
La práctica contemporánea se encuentra cada vez más alejada de la inspiración trascendental o de la materialización coherente y sesuda de una idea, más bien parece tender concentrarse con mayor intensidad en la construcción de nuevas relaciones entre elementos, intereses y energías. Asociar el trabajo del arquitecto contemporáneo con la elaboración de una naturaleza muerta similar a las que construían los pintores cubistas, puede además de aportar una gran dosis de operatividad, arrojar luz sobre un entorno creativo inexplorado, casi en estado virginal. En este sentido, actualizar los elementos de esta amalgama repleta de ambiciones privadas y necesidades públicas sería algo más que una tarea fundacional, representaría la puesta en marcha de una conversación múltiple y atemporal.
Entendida en estos términos la arquitectura de Álvarez adquiere un renovado sentido. Vuelve a nosotros como un poderoso fertilizante al alcance de nuestras manos. Un fertilizante que construye ciclos inmateriales que escapan al control de su propio autor hasta alcanzar una dimensión que lo desborda por completo. Décadas y décadas de constante trabajo transformadas ahora en un material de proyecto disponible que reclama urgente su redescripción y puesta a punto. La tarea pendiente más relevante de la agenda contemporánea: el aprovechamiento y explotación de la energía latente del siglo XX.
* Precisamente para verificar la acción del tiempo, el autor hace referencia a la obra construida hasta el año 1988.
Marcelo Faiden es titular del estudio Adamo-Faiden, profesor titular de la Universidad de Palermo y doctorando de la ESTA Barcelona.
Nota del editor: Para quienes no lo conocen, Mario Roberto Alvarez es arquitecto argentino (1913) de larga trayectoria y gran cantidad de obras construidas (más de 2.700.000 m2), es considerado uno de los grandes arquitectos latinoamericanos.