En nuestra condición de seres humanos no podemos vivir sin historias, las necesitamos para llenar esos huecos que existen en nuestra realidad, para vivir en nuestra imaginación esas miles de vidas diferentes a las nuestras y, en algunos casos, imposibles.
¿Podríamos calificar de “buena arquitectura” a aquella que tiene una historia, o varias, para contarnos? ¿Aquella que es una historia por sí misma? Una pregunta tan subjetiva como esta sin duda genera diferentes respuestas, pero una posible es “sí”. Y un ejemplo es el proyecto de la Tumba Brion, una de las principales obras maestras del arquitecto veneciano Carlo Scarpa.
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La Tumba Brion, con su imaginería poética y la belleza de su ornamentación, de sus detalles y construcción, con su particular y misteriosa morfología, llena de simbolismo, guarda muchos relatos detrás de su diseño y para develar algunos y hacer justicia al propósito de este artículo, a continuación, contaremos su historia.
Su autor, Carlo Scarpa, nació en Venecia el 2 de junio de 1906 y falleció, como muchos otros grandes, de manera trágica y siguiendo su pasión, tras darse un golpe en la cabeza observando un detalle constructivo de una escalera de mármol italiano, en Sendai, Japón, el 28 de noviembre de 1978. Podríamos decir que Scarpa es uno de los arquitectos más controvertidos y, tal vez, menos reconocidos del siglo XX.
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El proyecto está situado en el norte de Italia, en el pueblo de San Vito d'Altivole, cerca de Treviso. Scarpa lo diseñó para la familia Brion, tras el encargo de Onorina Brion, después de la muerte de su esposo Giuseppe, en 1968, en un terreno en forma de L, de más de 2000 metros cuadrados, alrededor del antiguo cementerio. Giuseppe y Onorina eran co-fundadores de la reconocida empresa Brionvega, muy famosa durante los años 60 porque fabricaba televisores y aparatos electrónicos inusuales, diseñados por Mario Bellini, Marco Zanuso y Richard Sapper, entre otros.
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Para realizar este proyecto, Carlo Scarpa contó con una libertad de expresión que nunca antes había tenido, dado el cómodo presupuesto del que disponía, reflejada en las ideas arquitectónicas del proyecto. Desde un principio fue un manifiesto arquitectónico de las convicciones de Scarpa, con el hormigón como protagonista, muy centrado en los símbolos que se materializan a través de distintos elementos. Este proyecto es una síntesis de las sucesivas influencias que marcaron la carrera de Scarpa: su conocimiento de la historia, su interés por el regionalismo y su capacidad de invención constructiva.
Para acceder al complejo existen dos maneras. Una es desde el cementerio, otra desde el pueblo. Los dos caminos conducen al mismo punto: la tumba central.
En la entrada del cementerio hay un propileo, una fachada asimétrica, cerrada a la izquierda por un muro y a la derecha por un tabique con escalones verticales que simbolizan fuerza y belleza. Desde este vestíbulo se puede ver la famosa vesica piscis, símbolo que se ha transformado en la marca de este proyecto y que es un recurso recurrente en la obra del arquitecto. Este símbolo consiste en dos anillos, uno con los cantos revestidos con mosaicos azules y el otro con mosaicos rosas, y representa la unión de la pareja Brion.
El pabellón de meditación contiguo deja en evidencia su gran influencia por la arquitectura japonesa, rodeado de estanques en los que flotan nenúfares y apartado del resto de los elementos del conjunto. Se trata de una estructura de hormigón, una caja partida por la mitad que parece levitar sobre la plataforma rodeada de agua, transmitiendo una especie de equilibrio al lugar y al visitante.
En la otra entrada nos encontramos con la capilla, casi completamente sumergida en el agua, realizada en hormigón bruto e inundada de luz natural. A esta se accede por un atrio triangular pequeño conectado con la planta cuadrada. Toda la estructura está organizada en una serie de vistas oblicuas. El camino continúa a través de un corredor tangente a la capilla, iluminado por hendiduras.
La tumba de la pareja Brion se encuentra en el corazón de la L, en el punto más asoleado del terreno. La tumba es una revisión contemporánea de un tipo de tumba utilizada desde la antigüedad, especialmente en las catacumbas de la época paleocristiana: el arcosolio. Tiene la forma de un nicho semicircular con un arco tallado sobre el ataúd, que suele ser un sarcófago. Bajo el arco de hormigón que las protege se encuentran las tumbas de Onorina y Giuseppe Brion. Están uno al lado del otro, inclinados el uno hacia el otro para representar su afecto y su vínculo inquebrantable. El trabajo realizado en hormigón muestra el conocimiento del arquitecto sobre este material. Audazmente, lo combina con elementos de mosaico y bronce, buscando una vez más el equilibrio estético y espiritual.
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La obra es, en su totalidad, un vivo ejemplo de narrativa arquitectónica. El pabellón de meditación se dedica a un uso más personal e introspectivo, la capilla se dedica a una celebración colectiva, dos aspectos que se encuentran a la altura de la tumba de los esposos en el centro del cementerio. Estas funciones están unidas armónicamente por la vegetación, los cipreses y el recorrido del agua que guía al visitante. Estos elementos son parte de una poesía formal que forma la arquitectura narrativa de Carlo Scarpa. Esto es lo que hace del Santuario de Brion un lugar para los muertos y para los vivos.
Carlo Scarpa diseñó esta tumba para resaltar la interioridad a través de las formas, un lugar donde puedes “sentir” y hablar con tu alma, y, cabe destacar que, a pedido de él mismo, está enterrado - de pie - en una sobria y discreta tumba blanca junto al santuario.
A lo largo de este artículo se ha ido presentando un ensayo fotográfico que describe una experiencia - dentro de tantas que deben sentirse - al visitar esta obra.