Los programas de cocina nunca han sido tan populares en el mundo. Ya sean de recetas, reality shows o documentales, el escritor Michael Pollan señala que no es raro pasar más tiempo mirando este tipo de programas que preparando nuestra propia comida. Este es un fenómeno curioso, ya que únicamente podemos imaginar los olores y sabores del otro lado de la pantalla, como habitualmente nos recuerdan los presentadores. Al mismo tiempo, cuando vemos algo sobre la Edad Media, los ríos contaminados o desastres nucleares, nos sentimos aliviados de que todavía no exista la tecnología que transmita olores a través de la pantalla. De hecho, cuando se trata de olores (y más concretamente de los malos), sabemos lo desagradable que es estar en un espacio que no huele bien. Específicamente en los edificios, ¿cuáles son las fuentes principales y cómo pueden afectar los olores a nuestra salud y bienestar?
Lidiar con los olores puede ser complicado. En primer lugar, es fundamental mencionar que lo que se considera molesto para alguien, puede que no lo sea para otra persona. Esto es subjetivo, y varía mucho entre diferentes culturas y experiencias personales. Por supuesto, hay olores desagradables para todos. Cuando son excesivamente fuertes, pueden perturbar el bienestar físico y psicológico e incluso causar irritación en los ojos, nariz y garganta, náuseas y dolores de cabeza. Por mucho tiempo, también puede afectar el estado de ánimo, la ansiedad y los niveles de estrés. En un estudio realizado en Dinamarca [1] los voluntarios experimentaron una reducción de la productividad en una oficina cuando se ubicó una alfombra con 20 años de uso en el medio ambiente, emitiendo olores y contaminantes atmosféricos.
Un adulto inhala y exhala alrededor de 11.000 litros de aire al día y el olor es causado por una serie de compuestos químicos volátiles que los humanos y los animales pueden percibir mediante el olfato. Según el informe Guidelines for Ventilation Requirements in Buildings [2], los seres humanos percibimos el aire de dos formas. El sentido del olfato se encuentra en la cavidad nasal y es sensible a varios cientos de miles de olores en el aire. El sentido químico general se encuentra en todas las membranas mucosas de la nariz y los ojos, y es sensible a una cantidad igualmente grande de irritantes en el aire. Es la respuesta combinada de estos dos sentidos la que determina si el aire se percibe como fresco y agradable o rancio, amortiguado e irritante.
A partir de este estudio, también se desarrollaron dos unidades de medición de olores: olf y decipol. Mientras que el primero es una tasa de emisión de contaminantes, decipol es el nivel percibido por el usuario. Pero más importante que identificar la intensidad, es encontrar la fuente del olor. Para eso, existen olfatómetros portátiles, utilizados por profesionales especializados, que permiten cuantificar e identificar rápidamente los olores molestos.
En el caso de los edificios, los olores pueden provenir de fuentes externas o internas. Las fuentes externas son, por supuesto, más complicadas de controlar. Pueden llegar al edificio a través de aberturas y sistemas de renovación de aire. Se trata de actividades industriales, el tráfico, un vecino desagradable, calles concurridas, infraestructura de saneamiento e incluso contaminación química del suelo. Las fuentes internas se refieren a los propios materiales de construcción, los revestimientos y pinturas, los muebles, el sistema de alcantarillado, los materiales de construcción, los materiales de conservación y mantenimiento, los muebles, las reacciones químicas del moho, los productos de descomposición, o los propios usuarios y sus objetos.
Es importante diferenciar los olores del aire interior contaminado. No necesariamente un olor desagradable será un contaminador. Y existen elementos inodoros que pueden causar efectos nocivos a los ocupantes, como el GLP, por ejemplo, cuyo olor se agrega para revelar su presencia en caso de una fuga. Los compuestos orgánicos volátiles (COV o VOCs en inglés) merecen una mención específica. Entre ellos, el formaldehído (con un olor intenso) es el más común y puede provenir de los materiales de construcción y los acabado, manufacturados o naturales, incluidos aglutinantes, adhesivos, revestimientos, pinturas e incluso la madera, por nombrar algunos.
Pero, ¿cómo es posible mejorar la calidad del aire interior? Aunque los productos de limpieza pueden cubrir los malos olores, la mejor forma de mejorar la calidad del aire interior es trabajar para detener la contaminación desde su fuente. Hay puntos que merecen más atención. Las alcantarillas y los desagües sin sifón son posibles fuentes de malos olores. Averiguar si los materiales de construcción pueden desprender un aroma desagradable y sustancias nocivas para el organismo en el espacio es vital para mantener una buena calidad del aire. Ya existen algunos productos en el mercado que prometen purificar el aire interior mediante la eliminación de ciertos compuestos orgánicos volátiles (COV), como el formaldehído.
Además, como arquitectos, proporcionar una luz solar adecuada y, sobre todo, una ventilación efectiva y natural es una forma muy eficiente de depurar el aire en los ambientes. Promover la circulación del aire ayuda a mejorar el confort térmico y olfativo en un ambiente. Si esto no es posible, el uso de ventilación mecánica con ventiladores y acondicionadores de aire también puede ser eficiente. En el caso del aire acondicionado, la filtración del aire de entrada y salida ayuda a eliminar las partículas nocivas. Sin embargo, los filtros de aire deben recibir mantenimiento para evitar que el propio sistema de ventilación se convierta en una fuente de contaminación, en lugar de una solución.
Otro elemento que puede mejorar la calidad del aire interior, además de muchos otros beneficios, es la incorporación de plantas. Producen oxígeno, eliminan toxinas del aire y aportan valor estético a un espacio. Algunas especies ya han demostrado ser más eficientes. La NASA [3] estudió los crisantemos (Chrysantheium morifolium) y concluyó que absorben gases contaminantes, como el monóxido de carbono y el formaldehído, además de eliminar elementos nocivos como el benceno. El lirio y la palma también absorben algunos contaminantes y en este enlace puedes ver una lista de las especies analizadas. Otras especies, como el jazmín, los geranios, la lavanda y la albahaca, liberan agradables fragancias capaces de neutralizar los olores desagradables.
Aunque no existe evidencia de que los olores desagradables, en sí mismos, estén directamente relacionados con efectos adversos para la salud, la investigación científica demuestra ampliamente todos los daños que causan al bienestar de los ocupantes. Buscar entornos al menos neutrales puede estar más conectado con la arquitectura de lo que pensamos, y así dejar que se liberen aquellos aromas que no podemos sentir en los programas de televisión.
Notas
[1] Saint-Gobain. Indoor Air Quality impacts user's performance and productivity. Disponible en este link.
[2] European Concerted Action: Indoor Air Quality & its impact on man. Guidelines for Ventilation Requirements in Buildings. 1992. Disponible en este link.
[3] Wolverton, B. C.; Douglas, Willard L.; Bounds, Keith. A Study of Interior Landscape Plants for Indoor Air Pollution Abatement. 1989. Disponible en este link.
Este artículo fue publicado el 1 de noviembre de 2020.