La presencia de cafeterías en museos y galerías trasciende la función de apoyo y se revela como parte integrante de la experiencia cultural contemporánea. Según Claire Bishop, en su discusión sobre la "experiencia estética expandida", los espacios culturales han comenzado a incorporar ambientes híbridos que estimulan diferentes formas de recepción, sociabilidad y contemplación. Los cafés, en este contexto, no solo ofrecen pausa y confort, sino que actúan como prolongaciones sensoriales y simbólicas de la visita, promoviendo encuentros, interacciones y reflexiones en ambientes cuidadosamente diseñados. Al unir arquitectura, arte y hospitalidad, estos espacios contribuyen a la construcción de una atmósfera inmersiva y accesible, siendo concebidos como extensiones de las obras mismas.
¿Qué puede revelar la arquitectura de un pabellón sobre su país? En las grandes Exposiciones Mundiales, la mayoría de los pabellones nacionales intenta responder a esta pregunta, convirtiéndose en una arquitectura cargada de simbolismo. Estructuras temporales, sí, pero densas en significado, funcionan como declaraciones políticas. Son pabellones que condensan, en su forma y material, las ambiciones de sus países de origen. La Expo Osaka 2025, como el capítulo más reciente de esta tradición, evidencia la creciente sofisticación con que las naciones utilizan el espacio construido para proyectar al mundo una imagen de sí mismas: sostenible, tecnológica, culturalmente distinta y geopolíticamente relevante.
En las ciudades contemporáneas marcadas por alta densidad y verticalización, las terrazas — muchas veces pasadas por alto como simples cubiertas técnicas — han ganado protagonismo como espacios estratégicos de reconexión con la naturaleza, ampliación del uso residencial y respiro colectivo. En especial en las residencias unifamiliares insertadas en contextos urbanos densos, estos espacios se revelan como oportunidades valiosas de ampliar la superficie habitable sin ocupar más suelo. Al elevar la vida cotidiana por encima del nivel de la calle, las terrazas posibilitan nuevos modos de habitar el espacio urbano, promoviendo usos que van desde el ocio hasta la producción alimentaria, de la contemplación a la socialización. En contextos de escasez de áreas verdes y presión por infraestructura, también representan el potencial de crear lo que la arquitecta paisajista Catherine Mosbach llama "capas adicionales de urbanidad". Ya sea como jardines suspendidos, espacios de encuentro, huertos o áreas de bienestar, las terrazas desafían la idea de que la ciudad termina en el último piso — y nos invitan a pensar el techo como suelo.
La presencia de inteligencia artificial (IA) en la arquitectura ya no es una promesa futurista, sino una realidad concreta que transforma radicalmente la manera de diseñar. En cuestión de segundos, sistemas computacionales son capaces de procesar y validar múltiples variables — formales, programáticas, contextuales, normativas — conduciendo a los arquitectos/as a soluciones altamente optimizadas. Sin embargo, mientras celebramos esta revolución algorítmica, surge una inquietud crítica: ¿puede la inteligencia arquitectónica limitarse a una operación lógica de datos? En respuesta, cobran fuerza enfoques que revalorizan modos de construir basados en la experiencia sensible, en la adaptación al territorio y en la transmisión intergeneracional de conocimiento. En este diálogo entre inteligencias artificiales y ancestrales, emerge una comprensión más profunda. La verdadera inteligencia no reside en las herramientas en sí, sino en la intencionalidad y la sensibilidad con que las utilizamos para responder a las complejidades del contexto.
La arquitectura de los centros culturales y comunitarios en áreas rurales alrededor del mundo se ha reinventado como un campo fértil de experimentación, donde la tradición y la innovación se entrelazan. Lejos de repetir modelos urbanos estandarizados, estas construcciones adoptan enfoques contemporáneos que dialogan con el territorio, integrando formas audaces, tecnologías sostenibles y prácticas colaborativas de diseño. Muchas veces concebidas junto a las comunidades locales, combinan materiales regionales y simbolismos culturales, creando espacios que no solo albergan actividades, sino que también expresan identidad y pertenencia. Al reinterpretar saberes vernáculos con lenguaje contemporáneo, estas arquitecturas acogen e inspiran nuevas posibilidades de vida en el campo.
Alrededor del mundo, diferentes culturas desarrollan maneras singulares de concebir y vivir la sanación. Lejos de ser solo un proceso físico, curarse involucra dimensiones emocionales, espirituales, sociales y también arquitectónicas. Los espacios de sanación — sean físicos, simbólicos o naturales — reflejan los valores, creencias y modos de vida de cada pueblo. Entender estos enfoques culturales no solo enriquece la comprensión sobre la salud, sino que también invita a repensar cómo diseñar ambientes que acogen el cuidado y el bienestar.
El lugar donde los artistas crean sus obras desvela diversas narrativas sobre su progreso creativo, sobre la elección de sus técnicas y sus temáticas. Son lugares que guardan la memoria, la intimidad y los afectos de los creadores. Para algunos, el aislamiento y la distancia de cualquier distracción posible son las marcas de su taller. Para otros, su espacio necesita evasión y libertad. No raramente el taller se transforma en casa o la casa se transforma en taller, mezclando los usos, deseos y necesidades. Situados en un umbral entre el vivir y el crear, el ocio y el oficio, estos espacios fascinan al público amante de las artes, siendo muchas veces reconstruidos dentro de galerías de arte o transformándose en museos a lo largo del tiempo. Un lugar singular, independiente del alcance de las obras, que muestra la peculiar interacción entre el proceso creativo, las obras de arte y la imagen del artista.
Entre el silencio y el caos, damos forma a nuestro mundo. Cada espacio que habitamos susurra historias, despierta sensaciones y esculpe nuestros pensamientos. El minimalismo, con su ligereza y propósito, invita a la serenidad. El maximalismo, exuberante y vibrante, celebra la personalidad en cada detalle. Pero, ¿cómo estas filosofías afectan nuestra mente? Comprender sus impactos psicológicos puede ser la clave para crear ambientes que elevan el bienestar y hacen la vida más armoniosa.
"Sentirse en casa" es una expresión que representa las sensaciones de acogimiento y confort que transforman un espacio en un verdadero refugio. Para alcanzar esta experiencia, diversos elementos — como colores, texturas, iluminación y materiales — desempeñan un papel esencial, construyendo un ambiente que promueve relajación y bienestar. Apoyado por estudios en el campo de la psicología ambiental y neurociencia, este vínculo entre el ambiente físico y el comportamiento humano evidencia cómo la arquitectura influye directamente en la creación de atmósferas, pudiendo, incluso, transformar el caos en tranquilidad.
La forma en que los espacios son percibidos y vivenciados va mucho más allá de la estética—ellos influyen directamente en las emociones, pensamientos e incluso en la creatividad. En la práctica es fácil notar cómo ambientes amplios y con techos altos generalmente transmiten una sensación de libertad e inspiración, mientras que espacios más pequeños y cerrados tienden a inducir enfoque e introspección. Este fenómeno no es solo una impresión subjetiva, sino algo estudiado científicamente. El antropólogo Edward T. Hall, en la década de 1960, acuñó el término Efecto Catedral para describir cómo la altura de los techos impacta en la cognición y el comportamiento. Investigaciones más recientes profundizan en esta idea, demostrando cómo la arquitectura moldea nuestras decisiones y estados emocionales en diferentes ámbitos.
El desierto es un territorio en constante transformación. Moldeado por el soplo de los vientos, sus relieves, ondulaciones y fisuras aparecen y desaparecen en la inmensidad árida, como si el paisaje fuera una pantalla en movimiento. Un lugar de contrastes profundos, donde el calor implacable del día se disuelve en la frescura de la noche, revelando la naturaleza en su esencia más primitiva. Ante esta geografía mutable e indomable, ¿cómo concebir una arquitectura que no solo se integre, sino que también respete y dialogue con un ambiente remoto y en continua metamorfosis? Este es el desafío que enfrentan los proyectos hoteleros ubicados en el paisaje desértico de América Latina.
La mayoría de los habitantes de grandes centros urbanos ya debe haber deseado, al menos por un momento, cambiar el caos de la ciudad por el silencio y la tranquilidad de la naturaleza. Con el creciente deseo por esta experiencia, los sectores de turismo y hotelería en los países latinoamericanos han estado invirtiendo en complejos ubicados dentro de los bosques. Inspirados en el concepto de turismo ecológico, estos refugios están diseñados para integrarse al ambiente, utilizando materiales locales y técnicas tradicionales que respetan el ecosistema y promueven la sostenibilidad.
Washington Square Park, Nueva York, NY, 2024. Imagen de Barrett Doherty, cortesía de The Cultural Landscape Foundation
Las protestas, la desobediencia civil y el disenso no solo son una parte definitoria de nuestra historia compartida desde la era colonial, sino que también continúan hasta el día de hoy en los campus, en convenciones políticas y en otros lugares. En este contexto, algunas marchas históricas, manifestaciones y otras acciones están consagradas en nuestra narrativa colectiva, mientras que otras han caído en el olvido. Sin embargo, los paisajes culturales que sirvieron como escenarios donde ocurrieron estos eventos aún existen. Estos lugares son el foco de Landslide 2024: Demonstration Grounds y un portal para volver a involucrarse con las historias de eventos poco conocidos o incluso olvidados que fueron fundamentales en la historia de los Estados Unidos. Los trece sitios diferentes en todo el país, representados en el nuevo informe y la exposición digital de The Cultural Landscape Foundation (TCLF), abordan eventos que moldearon a individuos y desataron movimientos.
Las escenas iniciales de la premiada película brasileña “Ciudad de Dios” (2002) muestran un conjunto habitacional en la periferia de Río de Janeiro que, posteriormente, se convierte en un reducto de pobreza y violencia. A pesar de que la película transcurre en la década del 60, el conjunto habitacional elegido como escenario era un complejo recién construido.
Esta elección, de hecho, no hizo ninguna diferencia ya que, a pesar de los 40 años que separan la época retratada en la película y las filmaciones, las soluciones arquitectónicas utilizadas por los programas habitacionales en el país continuaron siendo las mismas, replicando modelos anticuados y evidenciando el estancamiento del sector.
Imagen de Wilfredo Rafael Rodriguez Hernandez, CC0, via Wikimedia Commons.
Un Río de Janeiro radiante, bañado por el sol y mecido por la brisa del mar. La playa está llena de vida—los niños corren por la arena, las familias se divierten, risas resuenan en el viento. Así es como "Aún Estoy Aquí", película brasileña nominada a tres premios Oscar, abre su narrativa: con una ciudad maravillosa que exhala alegría y libertad, un escenario que parece salido de una postal de los años 70. Pero, a medida que la historia avanza, este paisaje luminoso se disuelve en sombras, manchado por el miedo y la incertidumbre impuestos por la dictadura militar que gobernó Brasil durante más de dos décadas.
La preservación del medio ambiente y la integración armónica entre lo construido y lo natural son principios fundamentales de la arquitectura contemporánea. Para alcanzar este equilibrio, se adoptan diversas estrategias de diseño, que abarcan desde el rescate de técnicas vernáculas hasta la aplicación de tecnologías avanzadas. Sin embargo, más que el uso de sistemas constructivos específicos o de materiales innovadores, esta preocupación también puede manifestarse en el esfuerzo volumétrico que asegura la preservación de los elementos naturales existentes en el terreno. En este sentido, presentamos a continuación 15 ejemplos de casas diseñadas para preservar los árboles locales. Obras que demuestran cómo el respeto al entorno natural se traduce en decisiones formales, en las cuales la arquitectura se adapta a la naturaleza y no al contrario.