- Área: 64300 m²
- Año: 2013
-
Fotografías:Adrià Goula
-
Proveedores: Barbot
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Este proyecto se presentó como un reto para resolver la gran complejidad del espacio público y los diversos problemas de tráfico y urbanos del centro histórico de la Castelo Branco. Con el Centro Cultural, además, se quería convertir el casco antiguo en centro neurálgico cultural de la ciudad.
Así, la plaza, realizada en una primera fase (2007), se moldea sobre el terreno para salvar los problemas topográficos iniciales y da acogida a distintos edificios diseñados en consonancia con la misma. Ubicada a la falda del Monte del Castillo, utiliza la topografía en la configuración de franjas transversales, hasta limitar en el espacio central del proyecto una plaza cuyas suaves pendientes permitan la aparición casi natural de un estanque de agua en el centro de la plaza, justo delante del Centro Cultural.
El Centro Cultural, construido en una segunda fase pero planteado desde el inicio, flota suspendido por dos pies sobre la plaza, como un puente volado, liberando así en la base una pista de patinaje sobre hielo cubierta, que confiere continuidad al gran espacio público, a la plaza, al parque contiguo. Es un complemento más de la plaza y enlaza con la tradición portuguesa del patinaje y el clima continental y frío.
Con una fachada de madera, la opuesta de hormigón armado y recubierto de zinc en la parte suspendida, es una burbuja de actividad, una cubierta y un suelo que flota sobre el terreno relacionando la secuencia urbana, la plaza y el parque. Bajando a través de una de las rampas generadas por los pliegues del pavimento de la plaza Largo da Devesa, encontramos la entrada principal al Centro Cultural de Castelo Branco. Avanzamos hacia ella obnubilados por la gran fachada de lamas de madera, abatibles en una de sus partes para regular la entrada de luz, que nos mirar desde arriba, suspendidas en el aire.
Casi sin darnos cuenta, en este descenso, llegamos a la recepción, ubicada bajo el nivel del suelo y antesala de una gran sala de exposiciones. En esta planta, además, se aloja la zona administrativa. Continuando con los juegos del suelo, un progresivo desnivel nos lleva hasta el parking, de uso público, que se expande tanto bajo el edificio como bajo la plaza.
En el interior de la obra la planta baja es sólo un espacio de transición que nos conecta con las plantas más elevadas del mismo. Sin embargo, en el exterior, esta planta es la muestra evidente de la conexión entre plaza y centro cultural, acogiendo una pista de hielo que recorre la extensión del edificio de extremo a extremo y que interactúa directamente con su entorno convirtiéndose en un foco de actividad. Es un espacio exterior que genera movimiento, color, luz en la noche, música.
Distintos lucernarios aprovechan esta apertura al nivel del suelo para dotar de luz la planta subterránea, creando así un ambiente luminoso y cálido al mismo tiempo. Volvemos al interior desde otra entrada ubicada en la planta baja, bajo la fachada de madera. En los niveles más altos nos encontramos con el auditorio y una sala de exposiciones que, gracias a su mimetización con la estructura del edifico, se disponen en una doble altura. En un extremo la sala de exposiciones, que ocupa las plantas primera y segunda con una rampa que cambia de nivel acompañando a la estructura del edificio. De esta forma, el visitante tiene una visión global más amplia, de conjunto, del espacio.
Al otro lado el auditorio, que también se amolda de una forma natural a la curvatura del edificio para la disposición de las butacas. Todo en negro, contrastando con los tonos más claros del escenario, para centrar la atención en el mismo. Además de estos espacios, en la primera planta también se ubican los camerinos que dan acceso al escenario.
Mientras que en la segunda, enfrentada al escenario, se encuentra la sala de control del auditorio y un bar conectado con la entrada principal del mismo para el esparcimiento de los visitantes. También existe un espacio polivalente en esta planta, cerrado entre la sala de exposiciones y el auditorio. Desde la parte superior, gozamos de unas inmejorables vistas Castelo Branco, incluido el castillo que da nombre a la ciudad. Por último la cubierta, que esconde toda la maquinaria y se abre sobre la sala de exposiciones en un gran lucernario para aportar luz a la misma.