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Arquitectos: Raúl Sánchez
- Área: 105 m²
- Año: 2022
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Fotografías:José Hevia
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Este complejo proyecto comenzó hace 8 años, pasando por todo tipo de situaciones: problemas urbanísticos, okupas, desacuerdos normativos, cambios de uso, una obra lenta y complicada...aunque el deseo del cliente de dejar los muros con el ladrillo visto y de usar mosaico hidráulico (el cliché de Barcelona) se mantuvo férrea e inalterable. Aparte, los requisitos eran convertir este pequeño edificio ubicado en el barrio del Borne de Barcelona, de finales del siglo XIX y de 4 plantas (pero de sólo apenas 20m2 por planta), en un lugar donde poder trabajar y pasar cortas estancias en sus venidas a Barcelona, aunque, durante estos 8 años, la situación personal y familiar del cliente ha cambiado, a lo que el proyecto se ha ido adaptando.
La situación original del inmueble era de ruina, con unos forjados con una estructura muy dañada y escaleras estrechas, débiles, y a tramos derruidas. A ello se sumaba la necesidad de adaptar el edificio a las normativas vigentes, lo cual prácticamente imposibilitaba desde el inicio el reaprovechamiento del interior, procediendo a derribar por completo el edificio manteniendo únicamente las fachadas y medianeras, y el forjado de cubierta (que no el torreón de escalera, que fue rehecho).
El proceso de obra, lento y complejo, al menos permitió tomar decisiones conforme la esencia de la finca se iba mostrando con los derribos. Así, una vez todos los forjados habían sido derruidos y el edificio se veía como un esbelto y alto prisma formado por muros con una composición completamente heterogénea de todo tipo de ladrillos y piedras dispuestos sin orden o composición aparente, la idea de dejar todos estos muros vistos se volvió conceptual: estas cuatro paredes de más de 15m de alto son un museo de la historia del edificio, donde cualquier rastro de la construcción (arcos, dinteles, huecos de los peldaños y las vigas), y del uso (restos de morteros, muebles, de premarcos o revestimientos) se dejarán sin alterar, expuestos en toda su crudeza. Los nuevos forjados (3 en total) serán láminas sujetas por nuevas vigas entre las medianeras, que no tocarán ninguna de las dos fachadas: hacia la fachada principal, una lámina de vidrio los separará de ésta; y hacia la fachada interior, el hueco de escalera será un vacío a 4 alturas que una todo el interior y muestre la sorprendente altura de un edificio tan esbelto. Así, el proyecto queda definido, restando definir los usos de cada planta y resolver los temas técnicos.
Acceso-cocina-comedor, estar, baño-vestidor, dormitorio y terraza, forman, de abajo a arriba, la secuencia de uso. En cualquier caso, a excepción del mobiliario de cocina y del equipamiento del baño, nada más ocupa las plantas, de manera que sus usos se puedan revertir con el tiempo o la necesidad, así como convertir las plantas en espacios de trabajo.
Los pasos de las instalaciones, al descartar desde el inicio regatas en los muros o pequeños patinejos, toman un papel especial y relevante en el interior: 7 cilindros de acero inoxidable recorren toda la altura del edificio conduciendo en su interior todas las instalaciones de electricidad, ventilación, fontanería, extracción, saneamiento, climatización y telecomunicaciones en 6 de los cilindros, dejando uno hueco para futuras necesidades. Estos cilindros no se disimulan y recorren el edificio atravesando muebles y forjados. El resto de las instalaciones se hacen siempre vistas, nunca empotradas, remarcando la rudeza de los muros de mampostería sobre los que se ubican, liberándolos de nuevas servitudes.
Materialmente, se ha perseguido cierto refinamiento en los nuevos elementos a implementar, en oposición a la cruda expresividad de los muros existentes, conscientes de que el espacio ha de albergar un hogar. Así, la cocina es un mueble de latón esmerilado, brillante y con reflejos, con un sobre de mármol blanco; el equipamiento del baño está panelado con madera lacada de un color ligeramente crema, con detalles en negro y latón; los ‘cabeceros’ de las plantas están revestidos en microcemento blanco; los suelos de mosaico hidráulico, microcemento y roble, añaden calidez y color al interior; y los techos de madera lacada blanca incorporan los registros y las rejillas para ‘diseñar’ estas necesidades.
La estructura está toda pintada de blanco, queriendo buscar cierta abstracción material, en especial en el desarrollo de la escalera, de trazado helicoidal, que se desarrolla como un cilindro exento que recorre toda la altura del edificio sin tocar en ningún momento sus muros, ofreciendo vistas piranesianas ayudada por la heterogeneidad de los muros y la diversidad de los puntos de vista. Por el contrario, todos los detalles sobre los muros existentes son directos y brutos: los marcos de las ventanas se hacen con mortero directo, los premarcos no se disimulan, y los elementos estructurales de atado se dejan sin pulir. Arriba, en el forjado del torreón, un lucernario introduce una bonita gradación de luz hasta los estratos más bajos; hacia la fachada, las láminas de vidrio rebotan la iluminación entre plantas e introducen reflejos siempre cambiantes, dejando a su vez admirar la fachada en toda su altura desde el interior, tal como sucede en el vacío de la escalera.
La fachada principal se rehabilitó siguiendo los estrictos dictados del departamento de patrimonio, devolviéndola a una imagen de pasado que seguramente nunca tuvo. Sólo en la puerta de entrada tuvimos libertad de inventar un frente que reproduce el diseño tridimensional del clásico mosaico hidráulico (usado en la planta baja y muy querido por el cliente) con un despiece de rombos y triángulos acabados con 3 tipos de aluminio, que disimula la puerta (sólo reconocible por la cerradura) y abstrae la entrada.