Bulla es una oficina argentina de diseño del paisaje, planificación urbana y territorial que se ha dedicado durante más de una década a "insertar una agenda de paisaje en la escena pública e intelectual". Por este motivo, realizamos una entrevista a Ignacio Fleurquin, socio fundador, para indagar sobre cómo fueron sus inicios, sus propósitos, sus formas de trabajar, reflexionar, explorar, y su visión sobre el futuro del paisajismo en Argentina.
FD: ¿Puedes contarnos cómo comenzó esto de "diseño del paisaje, planificación urbana y territorial"?
IF: Transcurría la primavera del 2009 cuando en Buenos Aires nos encontramos con mis socias a pensar cómo reinventar una disciplina que había estado dormida durante mucho tiempo. Habíamos compartido experiencias en la universidad y en oficinas globales de paisaje y arquitectura, hasta que decidimos empezar a hacer ruido, a interpelar, a hacer visible lo invisible. La carrera universitaria ya había cumplido 20 años desde su creación y sonaba suficiente como para empezar a ensayar.
Comenzamos proyectando la ciudad y el espacio público, retomando el legado de principio de siglo XX de Charles Thays y Benito Carrasco, los paisajistas históricos de los grandes parques de Buenos Aires. Este paisaje urbano que imaginábamos, pronto comenzaría a hibridarse con la ecología del paisaje, para reconvertirse en una mirada más compleja que cruzaría las ciencias naturales y las técnicas de proyecto; dos inteligencias históricamente antagónicas. Esta génesis interdisciplinaria de repensar la ciudad marcaría un modus operandi de ahí en adelante.
Hoy en día, con todos los cambios y discusiones sobre la disciplina de la arquitectura y el paisaje, ¿para qué hacen lo que hacen? ¿Cuál es su propósito?
En un sentido amplio Bulla es una intervención para insertar una agenda de paisaje en la escena pública e intelectual. Una agenda que estaba vacante y que creíamos necesaria para mejorar la vida en nuestras ciudades y para re-planificar el territorio, la naturaleza y el modo en que la habitamos. De alguna manera, nos interesa poder producir un cambio, una ruptura y de ahí proponer nuevos modelos de pensamiento y de trabajo, modelos que nos mejore como personas y en la interacción con la biósfera. La discusión disciplinar es uno de los ejes de Bulla, sobre todo en de qué manera construimos un nuevo lenguaje que relación diferentes conocimientos y experiencias. Creemos en el fin de ciertas hegemonías del siglo pasado para empezar a experimentar nuevas plataformas colaborativas y experimentales. Plataformas amplias y anónimas que nos permitan transformar la cultura relacionada con el ambiente: desde las grandes reservas naturales hasta el código urbanístico. Imaginamos una nueva cultura y una naturaleza futura, basada en esta mutación entre el ecosistema y las personas. Empujamos hacia un escenario que habilite un nuevo contrato, un nuevo cosmos.
El trabajo de paisajismo, por sus características, suele quedar relegado para las últimas instancias del proceso de diseño o algo que se incorpora a este, pero es una de las partes más interesantes e importantes para alcanzar esas atmósferas que tienen los buenos proyectos de arquitectura. ¿Pueden contarnos su opinión sobre esto? ¿Nos pueden contar su proceso y algunos de sus ejemplos que consideren los más interesantes?
El escenario pandémico nos hizo repensar varias cosas. Entre ellas la hermenéutica de las definiciones sobre lo que hacemos. Nos interesa el lenguaje y el significado de las palabras porque de ellas se desprende luego su pensamiento y acción sobre la realidad. Decidimos no llamarnos ¨paisajistas¨ justamente por estar mal asociado a una idea de ¨embellecimiento superfluo¨. En el contexto actual creemos que el paisaje (y el ecosistema) es la esencia de donde montaremos nuestra cultura, nuestra ciudad, nuestra arquitectura. El retorno a lo esencial está vinculado al ambiente, a la salud y a la sociedad. Es por esto que en este recorrido hemos construido estas atmósferas acompañando la arquitectura, pero también hemos ido armando equipos que piensan los soportes y procesos previos al proyecto. Proyectos donde no es la hegemonía arquitectónica se diluye en un equipo horizontal que construye este nuevo dispositivo mediador entre la atmósfera y las personas.
Nos atrae la idea de diluirnos en un medio común con otros. Un medio que nos vincula por temas de interés más que por disciplinas diferenciadas. Esta idea de pasar ¨de la máquina al sistema¨ y de ¨autores a equipos¨ lo llevamos a nuestros procesos de trabajo para diseñar nuevas organizaciones. Actualmente estamos desarrollando edificios-paisaje que justamente tienen esta metodología: trabajadores sociales, biólogos, licenciados en paisaje, arquitectos y urbanistes pensando en syncro un mismo producto. Este proyecto se denomina Común y estamos cercanos al lanzamiento con un primer prototipo en curso en Buenos Aires. Es una comunidad urbana autogestionada pensado bajo una mirada holística, centrado en las personas que habitarán y el aporte al ecosistema urbano. También estamos desarrollando una plaza pública donde diseñadores industriales, diseñadores del paisaje, arquitectos, agentes comerciales y desarrolladores inmobiliarios todos fusionando el conocimiento en pos de un objetivo común. El tercer caso refiere a una urbanización de salvataje en las sierras, donde nuevamente se suman al equipo agricultores, hidrólogos y conservacionistas naturales para diseñar en conjunto un dispositivo que produzca alimentos a partir de la administración del agua.
Encontramos en estas tribus temporales el medio para nutrirnos y crecer, y seguir construyendo esta bitácora rodeados de grandes relaciones y personas.
Entiendo que están interesados en ampliar los debates, especialmente con toda la organización de encuentros de invitados que realizan con "Escape". ¿Qué las ha aportado esto?
Escape es un dispositivo simbiótico de Bulla que ha ido creciendo y continúa en plena mutación. Nació con un espíritu adolescente y de garage luego de que habíamos sido expulsados de la universidad como docentes. Desde la cofradía hasta una agencia territorial, Escape fue marcando año tras año una agenda de temas que estaban fuertemente vinculados al paisaje y el territorio. Así fue que escape empezó a reunir gente de diversos mundos: desde ecólogos a economistas, desde ambientalistas hasta permacultores, desde arquitectos a biólogos, de post-urbanistas a abogados. Se consolidaron los episodios así del territorio líquido, reserva, productivo y marino; reuniendo alrededor de 20 personas y organizaciones en un mismo espacio. Este año Escape atravesará el #elterritoriosocial.
Con el tiempo escape se volvió un instrumento. Una suerte de agencia que vinculaba gente e invitaba a sus participantes a sumarse a proyectos de Bulla, y así repensar una vez más nuevas formas de asociaciones intelectuales de mayor complejidad.
De alguna forma pretendemos poder construir un lenguaje común a las disciplinas espaciales. Un lenguaje que la especificidad de las disciplinar había dejado desactivado y hoy creemos pertinente volver a retomarlo, al igual que la posibilidad de conversar y pensar colectivamente. La mayoría de los escapistas creemos que el conocimiento debiera ser un bien común, liberado y disponible, para mejorar el mundo en el que vivimos.
¿Qué consejo le darían a las nuevas generaciones y estudiantes que apostaron por el paisajismo?
Me animaría a decir que hoy más que nunca, es tiempo de volver al paisaje a repensar la esencia de nuestro pasaje por la vida. Y esta idea de paisaje desborde hacia las otras disciplinas. La disciplina tiene varios temas intrínsecos: explorar lo desconocido y experimentar con el espacio, ya sea en la ciudad o en la naturaleza. Así mismo, ejercitar los pasajes de escalas: tanto temporales como espaciales, que en paisaje son mucho más amplios que las arquitectónicas. Mantenerse en movimiento, hacer ruido, armar sus propios escenarios y espacios para construir lo que les interese, lo que los movilice, sin espera que venga esa invitación desde la externalidad. Existe una idea hegemónica que todos debemos ser proyectistas y talentosos, hoy creo que hay nuevos campos de construcción disciplinar, nuevas inteligencias, nuevos roles y aportes que hacen a estos sistemas de trabajo contemporáneos. Abandonar el deseo ego-centrista para recorrer el eco-centrismo y la construcción colectiva, como una plataforma de cambio multidisciplinar.
¿Qué proyecciones tienes para el futuro del diseño de paisaje, planificación urbana y territorial en Argentina?
Estamos convencidos que esta idea de cultura que construimos está fuertemente vinculada al ambiente y la sociedad: el ecosistema en interacción con las personxs. Desde este nuevo paradigma es que estamos proyectando un futuro desde dos extremos escalares bien distantes pero muy íntimamente ligados: lo microscópico y lo telescópico. Por un lado retomando la experimentación sobre Baldío que iniciamos en 2012: sobre la posibilidad de la vegetación espontanea urbana, que es un blend botánico entre especies exóticas culturales y otras nativas espontaneas, se convierta en la vegetación futura para Buenos Aires. Un sistema de parches ecológicos que por un lado son biológicamente activos y por otro no requiere grandes subsidios energéticos. Una nueva idea de biodiversidad urbana dinámica y low cost que estamos intentando penetrar en el Código Urbanístico. Este diseño de comunidades botánicas, está muy vinculado a Común donde la arquitectura se fusiona con lo social y lo ambiental.
En el otro extremo, la posibilidad de planificar nuevas ciudades en el territorio es algo que venimos desarrollando cada vez más. Ciudades y poblados que estén basados en las dinámicas de los paisajes y en un sistema social construido desde las personas. La tecnología y la ecología cada vez son más indivisibles y nos abren el campo para refundar el urbanismo-ruralismo. Esta idea de las ciudades productivas que venimos desarrollando en El Territorio Productivo esta ligados a estos imaginarios muy conectados con la economía y la ecología. Las Water Cities para la pampa deprimida también revisan parte del legado que nos dejó Florentino Ameghino y los Ranqueles.