Una arquitectura participativa para el paisaje rural de Colombia

Este artículo de Maria Inés García-Reyes Röthlisberger (Pontificia Universidad Javeriana) y Stefano Anzellini Fajardo (Universidad de los Andes) fue publicado originalmente en el número 24° de revista Dearq el 01/01/2019 bajo el título "Saberes compartidos del hábitat: una arquitectura para el paisaje rural" (https://doi.org/10.18389/dearq24.2019.03) y forma parte de una colaboración conjunta de difusión.

En Colombia, los territorios rurales han estado sometidos a una degradación alarmante. El paisaje querido[1] se está deshaciendo por acciones antrópicas inapropiadas de extracción de recursos naturales o intromisión inadecuada de la arquitectura “moderna”; tanto que ya existe consenso general sobre la necesidad de miradas e intervenciones innovadoras que combinen los saberes científicos con los ancestrales para la adaptación al cambio climático y a las necesidades propias de las comunidades que los configuran y habitan. Contamos con la fortuna de que en las zonas rurales los pobladores —que conocen su territorio a fondo— adaptan sus maneras de habitar de manera inteligente y efectiva mientras pueden mantener un grado bajo de vulnerabilidad. Sin embargo, cuando la vulnerabilidad se incrementa por situaciones de pobreza extrema o a causa de desastres, conflicto armado o criminalidad, se requieren apoyo institucional y equipos técnicos con visión amplia de prevención, gestión y ejecución, que tomen en consideración estas maneras sabias de habitar que se han decantado en la configuración de los asentamientos humanos tradicionales.

Aproximación disciplinar y principios

Al enfrentarnos al tema de los asentamientos humanos y el paisaje, estamos abordando un problema complejo que trasciende la arquitectura y el urbanismo y que convoca con urgencia, por un lado, una aproximación interdisciplinaria de las ciencias sociales y la arquitectura; por otro, una reflexión crítica sobre los principios de la arquitectura participativa.

En cuanto a lo primero, los planteamientos para la arquitectura del hábitat de autores como Henry van de Velde, desde la Escuela de Bellas Artes, y Walter Gropius, desde la Bauhaus; las declaraciones de Le Corbusier y otros maestros desde los congresos internacionales de arquitectura moderna, y las propuestas alternativas posteriores de colectivos de profesionales como el Team X, o de autores como Christopher Alexander, John Habraken o, en la actualidad, de Jorge Mario Jáuregui y Alejandro Aravena,[2] han configurado un acervo de conocimiento y experiencia, revisado y evaluado por pensadores desde la perspectiva de la construcción social del espacio, de Henri Lefebvre[3] y por autores de la geografía social como Yi Fu Tuan[4] y sus seguidores. Esta historia de experiencias, reflexión y lecciones ha construido un aprendizaje que orienta la insoslayable necesidad de una aproximación interdisciplinaria al problema de los asentamientos humanos y su relación con el territorio y la cultura que, sin deponer las herramientas disciplinares de la arquitectura, incorpore la mirada crítica de las ciencias sociales sobre la complejidad inherente a la planeación, producción, uso y significación del espacio habitable.

En cuanto a lo segundo —la implementación de una arquitectura participativa— se ha construido una experiencia significativa y una reflexión que se traduce en metodologías que recogen aprendizajes acumulados (de sucesivas aplicaciones en contextos diversos), especialmente en lo que concierne al fracaso de las utopías del movimiento de la arquitectura moderna del siglo XX y la relación arquitectura-comunidad, con el propósito de poner en valor este enfoque participativo que parece no tener ningún atractivo para los promotores y gestores de proyectos; pero que, en vista de las lecciones aprendidas en cuanto a la necesidad de sostenibilidad y legitimidad de las intervenciones en asentamientos humanos en nuestra historia reciente, se hace cada vez más útil y pertinente. Esta relación ha sido analizada de manera lúcida por William García,[5] al identificar su carácter según tres preposiciones y tendencias que contribuyen a definirla: la arquitectura de, para, o con la comunidad.

La primera tendencia —una arquitectura de la comunidad— fue planteada por autores como Bernard Rudofsky[6] y John Turner,[7] y tuvo un fuerte influjo en la aproximación disciplinar a mediados del siglo XX, al poner en valor la arquitectura vernácula y la iniciativa y capacidad de autogestión de las comunidades sobre su territorio. Ello repercutió en las políticas globales de financiación de vivienda en los años sesenta y setenta del siglo pasado. De hecho, Colombia se destacó como un laboratorio de proyectos experimentales de vivienda de desarrollo progresivo y lotes con servicios.[8] Este enfoque, centrado en la defensa de la autarquía de la comunidad y la liberación del yugo y rigidez de la planificación, aunque interesante como experimento, mostró rápidamente sus limitaciones y tuvo como consecuencia la dilución de la responsabilidad de lo público.

La segunda tendencia —una arquitectura para la comunidad— la han planteado (en el ámbito urbano más que en el rural) autores comprometidos con la inclusión social de las decisiones y con la pretensión de combinar la visión de una escala de intervención grande y ambiciosa del proyecto con una visión sensible a las necesidades locales, y destacar la definición sobre el proyecto urbano, en cuanto escala intermedia entre la ciudad y el proyecto arquitectónico que propone Manuel de Solá-Morales,[9] quien se apoya en propuestas de autores que parten “del amor y no del odio a la ciudad existente” como, entre otros, los arriba citados Habraken, Alexander, Aravena y Jáuregui, y que se propone como un campo intermedio donde las escalas se entrelazan y donde el arquitecto, imbuido de “una carga voluntarista de hacer arquitectura” es “autoridad razonable en la forma de la ciudad”. Este enfoque, centrado en la defensa del papel protagónico del arquitecto, bien mirado, relega a la comunidad a un papel de receptora pasiva de las decisiones sobre su entorno.

La tercera tendencia —una arquitectura con la comunidad— es un camino alternativo explorado por arquitectos comprometidos especialmente con métodos de participación enfocados en el aprendizaje mutuo entre los grupos de pobladores y los equipos técnicos de los proyectos. Es relevante la aproximación conceptual de “encuentro de saberes” de José Jorge Carvalho[10] y la documentación de experiencias y métodos en Latinoamérica como Cartografías emocionales,[11] Acción sin daño,[12] Planos vivos[13] y los trabajos de la Red CYTED.[14] Son ejemplos de proyectos de pequeña escala, pero de gran significación, por su valor demostrativo de viabilidad, pertinencia y sostenibilidad, y que se han consolidado como referencia para iniciativas de mayor envergadura, especialmente en el contexto actual colombiano de posconflicto, que requiere la reconfiguración del paisaje rural.

Por otro lado, la experiencia de intervenciones hechas en vivienda rural en Colombia por el Banco Agrario durante las dos últimas administraciones (2010-2018), en el marco de la política concebida bajo la Ley 388 de 1997, que ha sido un esfuerzo institucional loable, no ha considerado como un valor necesario la participación arquitectura-comunidad; más bien, ha demostrado que las inversiones han tenido poco efecto tanto en su cobertura como en su calidad y pertinencia,[15] y que se requieren esquemas que ordenen la coordinación interinstitucional, además del involucramiento de comunidades y hogares en interacción con profesionales, diseñadores y constructores; es decir, la interfaz entre los diversos actores y la coordinación de los procesos.

El reto de un proyecto de hábitat y paisaje está más allá de la intencionalidad institucional y del puro ordenamiento geométrico, funcional o estético del espacio; su objeto central es la habitabilidad y bienestar del ser humano, en equilibrio con el entorno en el que se ubica, y que se hace imperativo proponer herramientas de gestión social y técnica para generar alternativas de implantación, de diseño y de construcción de proyectos de hábitat, vivienda, equipamientos y espacios colectivos.

En línea con la tercera tendencia planteada por García Ramírez,[16] la propuesta que se expone aquí fue motivada por la necesidad de una respuesta alternativa de una arquitectura participativa para el hábitat rural. Es una exploración y una búsqueda por configurar los principios para una arquitectura de apropiación que permita a las comunidades rurales adaptar las soluciones a su paisaje querido, adaptándose a su vez a las condiciones cambiantes que imponen los factores climáticos y antrópicos, y que también permita a los arquitectos e ingenieros adecuar sus procedimientos a requerimientos de sostenibilidad ambiental, cultural y económica de los territorios y poblaciones. La metodología propuesta y descrita brevemente a continuación es fruto de la decantación del trabajo propio de los autores con colectividades de habitantes urbanos y rurales, así como del análisis y la aplicación de otras experiencias participativas con la comunidad como las mencionadas.

Figura 1. Emplazamiento de viviendas en la subregión de La Mojana. Fuente: ilustración de Martin Anzellini.. Image Cortesía de Dearq

La metodología

Una lectura del paisaje y su población permite entender una cultura específica e identificar determinantes para propuestas o proyectos adaptativos: comprender en una interacción colectiva entre técnicos y habitantes lo que está más allá de la esquemática información de los mapas, ¿cómo son las ciénagas, los ríos, caños y escorrentías, por ejemplo; los caminos; los bosques, las zonas de reforestación? ¿Cómo afectan las lluvias y el sol, durante el día y durante el año, el emplazamiento de viviendas y equipamientos? ¿Cómo son estas viviendas, su espacialidad y materialidad? Entender quiénes son los pobladores, a qué se dedican —sus saberes y oficios—, cuáles son sus aprecios y sus emblemas en ese territorio, son todos indicios de ascendentes culturales y de modos de vida presentes. La comprensión de denominaciones o de eventos, o expresiones culturales que la comunidad considera importantes, “el arriba”, “el abajo”, la “calle principal”, “el fogaje”, “ponchar”, “atarrayar”, “babillar”, “pilar”[17] están asociadas a modos y medios de vida que es necesario respetar y potenciar.

La metodología que aquí se propone se haconcebido como un paso a paso en la intervención, sustentada en la puesta en valor de la construcción colectiva de conocimiento, aprendizajes que van más allá de las decisiones sobre la infraestructura física y la aplicación de los códigos y “salvaguardas”[18] que imponen las entidades multilaterales o nacionales. Se trata de aprender del lugar y trabajar con la gente, a través de acciones colectivas (abajo descritas) para proyectar hábitats rurales buscando mantener las calidades y valores de lo local y lo vernáculo, y su integración respetuosa y humilde al paisaje.

En esencia, una construcción colectiva de conocimiento, fundamental para entender y valorar el territorio y, ante todo, la cultura de sus habitantes, que permite dar respuestas de ordenamiento, de planificación y arquitectónicas adaptadas al medio, aceptadas y apropiables por los habitantes.

Esta metodología participativa se ha aplicado para diseñar y construir equipamientos comunitarios y de viviendas campesinas apropiados a contextos rurales específicos, en zonas biodiversas, zonas de posconflicto o zonas afectadas por la variabilidad y el cambio climático. Su puesta en práctica por el equipo de arquitectos e ingenieros de AGRA (Anzellini García-Reyes Arquitectos), desde 2015, es el resultado de la investigación en técnicas vernáculas en la región Caribe y de sucesivas convocatorias del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); en la región del Urabá chocoano, para el Consejo Comunitario de La Caleta; en la subregión de La Mojana, azotada por la devastación causada por las inundaciones de la ola invernal de 2010 a 2014;[19] en veredas de los municipios de Putumayo, del oriente antioqueño, Chocó y Nariño, seleccionadas para implementación de pequeñas infraestructuras comunitarias (PIC) del programa Manos a la Obra para La Paz.[20] Su aplicación permitió comprender la cultura local y sus ascendientes, al igual que registrar las condiciones tanto físico-ambientales como sociales en las veredas de estas zonas de intervención. Así mismo, permitió la interacción con las poblaciones de campesinos y la legitimación de las decisiones sobre las intervenciones que se van a realizar o hechas en estos territorios.

¿Qué es Saberes Colectivos?

Saberes Colectivos es una herramienta metodológica de construcción conjunta de conocimiento que busca soluciones arquitectónicas y técnicas coherentes con el contexto en el que se emplazan. Se enfoca en las condiciones físicas, espaciales y ambientales del lugar y las prácticas de habitar de las comunidades y de los hogares, mediante la interacción activa de habitantes, técnicos y profesionales en recorridos, encuentros, conversatorios y reuniones de trabajo. Esta interacción entre pobladores y profesionales se da en todas las etapas del proceso: reconocimiento, proyectación, construcción y legitimación.

El propósito es identificar y verificar las distintas tipologías y técnicas constructivas, a la vez que se registran los saberes locales y los referentes identitarios de los habitantes —hombres y mujeres de todas las edades—, los bienes naturales disponibles y los elementos significativos o “hitos” en el territorio. El fin deSaberes Colectivoses compartir y contrastar estos conocimientos vivenciales con los conocimientos técnicos. Está enfocada en identificar, entender, sumar y comunicar los aprendizajes que cada una de las partes/actores tiene o asimila sobre el territorio, sus características y las particularidades culturales; la disponibilidad de materiales, las técnicas usadas y, según el caso, las afectaciones específicas al cambio climático que pueda tener la población, los animales, la vegetación, las casas y los espacios colectivos.

Su desarrollo y puesta a prueba para los proyectos citados permitió: 1) en La Caleta, la definición del programa, de la espacialidad y la materialidad para el Albergue Ecoturístico de La Caleta, entre miembros del Consejo Comunitario y de AGRA. 2) En la región de La Mojana, el diseño y construcción concertados de prototipos de centros comunitarios y viviendas rurales que incorporan la tecnología apta para los efectos nocivos del cambio de clima, la progresividad y la productividad (espacios para la siembra de la huerta, el secado y el almacenamiento de cereales, de modo que se garantice la seguridad alimentaria). En este caso, el alcance de la convocatoria PNUD incluyó la necesidad de involucrar a los habitantes no solo en las decisiones arquitectónicas, sino también en su construcción. 3) En los demás municipios de Putumayo, Nariño, Antioquia y Chocó, la concertación del programa de espacios y áreas, la decisión sobre los materiales y el emplazamiento de los equipamientos comunitarios (casetas, comedores, restaurantes escolares y canchas deportivas multipropósito).

Se proponen cuatro momentos o etapas de aplicación e interacción entre los equipos técnicos y la comunidad, e instrumentos-guía (cartillas, mapas, encuestas, etc.). La figura 2 presenta las acciones colectivas en campo, en los correspondientes momentos y su aplicación en los proyectos mencionados.

Figura 2. Metodología: momentos y acciones colectivas. Fuente: elaboración propia.. Image Cortesía de Dearq

Momento I: reconocimiento

Es un primer acercamiento entre el equipo técnico y miembros de la comunidad para conocimiento mutuo, reconocimiento del lugar e identificación de potencialidades y problemas.

Figura 3. AC. Presentación de disciplinas con habitantes de la vereda El Torno, subregión de La Mojana, Sucre. Julio de 2016. Fuente: archivo de los autores.. Image Cortesía de Dearq
Figura 5. AC. Saberes y oficios, vereda El Torno, San Marcos, Sucre, subregión de La Mojana. Julio de 2016. Fuente: archivo de los autores.. Image Cortesía de Dearq

Momento II: proyectación

Es un acercamiento en sitio una vez se cuenta con alternativas de esquemas de propuestas, en dinámicas de talleres de proyectación en las que se concertan decisiones de diseño y estrategias para la implementación.

Figura 7. AC. Recorrido y conversatorio con mujeres para establecer preferencias de materiales, técnicas y calidad de los espacios para el Albergue Ecoturístico en La Caleta, municipio de Acandí, Chocó. Noviembre de 2017. Fuente: archivo de los autores.. Image Cortesía de Dearq
Figura 9. AC. Presentación y concertación del anteproyecto con miembros del Consejo Comunitario en La Caleta. Diciembre de 2017. Fuente: archivo de los autores.. Image Cortesía de Dearq
Figura 10. a) AC. Proceso de toma de decisiones y consenso para el diseño del Albergue Ecoturístico en La Caleta. Noviembre de 2017. . Image Cortesía de Dearq
Figura 10. a) AC. Proceso de toma de decisiones y consenso para el diseño del Albergue Ecoturístico en La Caleta. Noviembre de 2017. . Image Cortesía de Dearq
Figura 10. b) AC. Sistematización: síntesis de resultados de la acción colectiva de saberes y oficios. Diciembre de 2017. Fuente: archivo de los autores.. Image Cortesía de Dearq
Figura 11. AC. Presentación de la imagen del anteproyecto a miembros del Consejo Comunitario de La Caleta. Diciembre de 2017. Fuente: archivo de los autores.. Image Cortesía de Dearq
Figura 12. AC. Presentación y diálogo sobre las propuestas de diseño de viviendas y centros comunitarios adaptativos en La Mojana, veredas El Torno, Tosnovan y Cecilia, sobre la base de maquetas. Julio de 2016. Fuente: archivo de los autores. . Image Cortesía de Dearq
Figura 12. AC. Presentación y diálogo sobre las propuestas de diseño de viviendas y centros comunitarios adaptativos en La Mojana, veredas El Torno, Tosnovan y Cecilia, sobre la base de maquetas. Julio de 2016. Fuente: archivo de los autores. . Image Cortesía de Dearq

Momento III: construcción

En obra, según la actividad, se incluye el aporte de mano de obra de pobladores, hombres y mujeres, ya sea bajo contrato o en mingas de trabajo colaborativo. Se organizan módulos de formación técnica de oficios de construcción a miembros interesados.

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Momento IV: legitimación

Es el acercamiento para el cierre del proyecto, enfocado en la evaluación de lo realizado y la retroalimentación a los participantes. Es fundamental documentar con detalle todo el proceso de forma didáctica y gráfica, en cartillas con imágenes que permitan, además de guardar la memoria, constituirse en herramienta de difusión.

Figura 16. AC. Entrega de la vartilla del proceso constructivo y catálogo, referentes para chambranas. Vereda El Pescado, municipio de Briceño, Antioquia. Marzo de 2018. Fuente: archivo de los autores.. Image Cortesía de Dearq
Figura 16. AC. Entrega de la vartilla del proceso constructivo y catálogo, referentes para chambranas. Vereda El Pescado, municipio de Briceño, Antioquia. Marzo de 2018. Fuente: archivo de los autores.. Image Cortesía de Dearq
Figura 16. AC. Entrega de la vartilla del proceso constructivo y catálogo, referentes para chambranas. Vereda El Pescado, municipio de Briceño, Antioquia. Marzo de 2018. Fuente: archivo de los autores.. Image Cortesía de Dearq
Figura 16. AC. Entrega de la vartilla del proceso constructivo y catálogo, referentes para chambranas. Vereda El Pescado, municipio de Briceño, Antioquia. Marzo de 2018. Fuente: archivo de los autores.. Image Cortesía de Dearq
Figura 17. AC. Entrega de la cartilla del Albergue Ecoturístico al Consejo Comunitario de La Caleta: tipos de elementos de cerramiento. La Caleta. Diciembre de 2017. Fuente: archivo de los autores.. Image Cortesía de Dearq
Figura 17. AC. Entrega de la cartilla del Albergue Ecoturístico al Consejo Comunitario de La Caleta: tipos de elementos de cerramiento. La Caleta. Diciembre de 2017. Fuente: archivo de los autores.. Image Cortesía de Dearq
Figura 18. AC. Entrega de la cartilla del Albergue Ecoturístico al Consejo Comunitario de La Caleta: ubicación de cerramientos tipo y elementos de la estructura. La Caleta. Diciembre de 2017. Fuente: archivo de los autores.. Image Cortesía de Dearq
Figura 18. AC. Entrega de la cartilla del Albergue Ecoturístico al Consejo Comunitario de La Caleta: ubicación de cerramientos tipo y elementos de la estructura. La Caleta. Diciembre de 2017. Fuente: archivo de los autores.. Image Cortesía de Dearq

Algunas conclusiones

Las comunidades no solo construyen su historia; también construyen su paisaje. El proceso es delicado y frágil. La manera como se ha intervenido, a través de proyectos convocados por las autoridades centrales (Fondo Adaptación, Departamento Nacional de Planeación, ministerios), cuyo paradigma es la eficiencia costo-beneficio, la rapidez y la demostración de resultados cuantificables que demandan del apoyo de tecnologías industrializadas y la aplicación de estándares, son pertinentes en contextos urbanos, pero inadecuados y forzados en territorios rurales periféricos. El paisaje rural es una construcción colectiva que para su preservación o restauración requiere el concurso, el compromiso y la sensibilidad de especialistas, de funcionarios y de los pobladores, hombres y mujeres de todas las edades; así como de metodologías que acerquen los saberes técnicos con los saberes locales, a fin de garantizar no solo una mayor pertinencia y asertividad de las decisiones, sino, y tal vez más importante, la legitimidad de las intervenciones.Algunas conclusiones

El propósito de esta propuesta metodológica de una arquitectura para el paisaje rural es conectar el conocimiento que aporta la aproximación crítica que plantea la disciplina de la geografía social, en la que se examinan las complejidades del espacio, sus categorías, variantes y significados, con la planeación, el diseño arquitectónico y la ejecución de las obras con participación de los habitantes, futuros usuarios de los proyectos.

De estas experiencias es posible recoger algunos aprendizajes y recomendaciones sobre temas clave para la planeación, el diseño y la construcción del hábitat rural. Se pueden resumir en las siguientes:

La comunicación: debe ser una estrategia de aplicación permanente.Los aportes y los resultados los deben compartir y validar constantemente los sujetos participantes; por lo tanto, las herramientas comunicativas deben ser claras, comprensibles, aplicables y apropiables.

La valoración y el respeto por lo local: las técnicas vernáculas y artesanales están vivas en muchísimos lugares del campo colombiano; de ahí que sea fundamental asegurar su sostenibilidad ambiental, social y económica. Esto es posible porque las técnicas permiten ajustes en el tiempo, adaptación a las condiciones específicas de los lugares y eficiencias “a pequeñas dosis”, apropiables por los habitantes.

La participación: el método de encuentro de saberes y de saberes colectivos propicia el respeto mutuo y pone en evidencia y en valor saberes locales patrimoniales inestimables que aportan a las decisiones técnicas y de gestión. Más importante aún, la participación legitima tanto a los actores involucrados durante los distintos momentos del proceso (reconocimiento, proyectación, construcción, legitimación/retroalimentación) como las acciones y decisiones que han sido concertadas y monitoreadas.

El trabajo en obra: es recomendable combinar trabajo voluntario y contratado, según los momentos de los proyectos y los compromisos adquiridos. El diseño colectivo que se convierte en obra, los sucesivos avances de la obra misma y las actividades de los distintos comités o de los grupos que asisten a capacitación en construcción dan un parte de viabilidad, de credibilidad en la iniciativa y motiva a la sostenibilidad y el mantenimiento de lo ejecutado.

Para la población, ser parte del resultado genera compromiso y valoración positiva de los esfuerzos realizados. En la obra se logra realizar un proceso de “todos aprendemos y aportamos”; la unión del conocimiento práctico de los oficiales de obra (adquirido durante su experiencia laboral), el conocimiento técnico aportado por el arquitecto o ingeniero residente y el conocimiento de la región sobre el uso y aplicaciones de los materiales (por parte de los ayudantes y habitantes) constituye un acervo de conocimiento sólido.

La formación: la actitud de reciprocidad es clave; se debe buscar que todos los participantes queden con la certeza de que “recibimos conocimiento, fuimos discípulos, y también transmitimos”. Esto exige el rigor de preparar cuidadosamente los momentos de interacción, de registrar los hallazgos obtenidos durante el proceso, documentarlos y retroalimentar a todos los participantes, especialmente a los miembros de la comunidad.

Una arquitectura para el paisaje rural: la delicadeza que requiere la construcción de infraestructuras en el medio rural exige la mirada atenta a los detalles, no solo de las cuestiones técnicas, sino también de los modos y medios de vida de los habitantes, las cuestiones sociales y especialmente aquellas asociadas a la productividad y la subsistencia. Los saberes colectivos enriquecen la observación de las condiciones locales e invitan a las pausas y discusión necesarias para la toma de decisiones pertinentes. La arquitectura rural vernácula no es necesariamente “arquitectura sin arquitectos”; es arquitectura inserta de manera pausada y respetuosa en el territorio, integrándose al paisaje y no cambiándolo ni obstruyéndolo.

Referencias

  1. Este concepto, tomado del concepto de vida querida, mencionado en varios documentos y discursos por el padre S. J. Francisco de Roux (como en su discurso en la graduación de la Universidad de los Andes, Colombia, 2009), también ha sido elaborado por el geógrafo Yi Fu Tuan en su libro A Good Life.
  2. Se hace referencia a propuestas como Soportes: una alojamiento de masas, de John Habraken; alternativa al el Lenguaje de patrones, de Christopher Alexander; Favela barrio, de Jorge Mario Jáuregui, y Elemental, Manual de Vivienda Incremental de Alejandro Aravena y Andrés Jacobelli.
  3. Lefebvre, The Production of Space.
  4. Yi Fu Tuan, A Good Life.
  5. García Ramírez, “Arquitectura participativa”.
  6. Rudofsky, Architecture without Architects.
  7. Turner, Housing by People.
  8. Proyectos del Instituto de Crédito Territorial (ICT), de la Caja de Vivienda Popular (CVP) y el Banco Central Hipotecario (BCH).
  9. De Solá-Morales, “La segunda historia del proyecto urbano”.
  10. Según este autor y esta escuela, el proyecto de Encuentro de Saberes es “un proceso que permite que los maestros y maestras de los saberes tradicionales latinoamericanos (chamanes, payes, artesanos, arquitectos indígenas, artistas, músicos, especialistas en plantas medicinales) entren como profesores a dictar cursos regulares en la universidad. Los Estudios Culturales en cuanto Estudios Críticos de la Cultura deben proveer la fundamentación teórica, metodológica y política para que las universidades latinoamericanas, que fueron constituidas como blancas, excluyentes, racistas y dedicadas a reproducir únicamente el saber eurocéntrico moderno, finalmente se transformen en aquello que ellas deberían haber sido desde su fundación hace siglos: centros multi-epistémicos de estudios, abiertos a todos los saberes creados y vigentes en nuestro continente —saberes occidentales, indígenas, afro-americanos, y de las comunidades tradicionales”. Carvallo, “Los estudios culturales de América Latina”, 1.
  11. Pradilla, Cartografías emocionales.
  12. Rodríguez Puentes et al., Acción sin daño y reflexiones sobre prácticas de paz.
  13. Hosie, Planos vivos Pescaíto.
  14. Romero y Mesías, Participación en el planeamiento y diseño; Ríos Cabrera y Gill de Alaya, Construir participativamente.
  15. Contraloría General de la República, “Vivienda de Interés Rural”.
  16. García Ramírez, “Arquitectura participativa”.
  17. Expresiones recogidas en campo durante el trabajo de aplicación de esta metodología por el equipo de AGRA (Anzellini García-Reyes Arquitectos) en la subregión de La Mojana, al occidente de la depresión momposina en Colombia, 2017.
  18. Según lo definen las guías del Banco Mundial, por ejemplo.
  19. Proyecto PNUD: “Reducción del riesgo y de la vulnerabilidad al cambio climático en La Mojana”.
  20. Vereda de El Torno, municipio de San Marcos, Sucre; vereda Tosnovan del municipio de San Benito Abad, Sucre; vereda Cecilia del municipio de Ayapel, Córdoba; La Caleta, en el municipio de Acandí, Chocó. También 46 veredas de zonas de posconflicto en los municipios de Puerto Asís, Puerto Caicedo, Puerto Leguízamo, Villa Garzón, Orito, Valle del Guamúez, Remedios, Anorí, Briceño, Cáceres, El Carmen del Darién, Tumaco y Barbacoas.

Bibliografía

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Sobre este autor/a
Cita: Maria Inés García-Reyes Röthlisberger y Stefano Anzellini Fajardo. "Una arquitectura participativa para el paisaje rural de Colombia" 25 jul 2020. ArchDaily Colombia. Accedido el . <https://www.archdaily.co/co/944307/una-arquitectura-participativa-para-el-paisaje-rural-de-colombia> ISSN 0719-8914

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