El campus universitario como espacio de protesta

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La Universidad de la Nación, Máxima Casa de Estudios y Alma Máter son tan sólo algunos sinónimos con los que se le denomina a la Universidad Nacional Autónoma de México, rankeada como una de las mejores universidades en Iberoaméricadonde se han formado distinguidos intelectuales; es así como ineludiblemente se piensa en La Universidad como crisol del pensamiento crítico y plataforma de ideales disidentes que han permeado en los movimientos estudiantiles, cuyas demandas oscilan entre peticiones a favor de la constante mejora de la educación hasta el descontento social por cuestiones como la inseguridad y la exigencia hacia la dignidad de la comunidad estudiantil. No sorprende pues, que eventos como el que tuvo lugar el pasado 3 de septiembre y los días subsiguientes en el campus central de la UNAM, salten a la vista.

© Gonzalo Mendoza Morfín

Un grupo de estudiantes marcha pacíficamente desde el este del conjunto, aproximándose  a la explanada de Rectoría, avanzando desde “las islas”. En pocos minutos la escena se torna violenta pues se da un enfretamiento entre alumnos y grupos de choque, conocidos como “porros”, por lo que el suceso se documenta en fotos y video que se hacen virales en redes sociales. Es en el mismo entorno donde se llevan a cabo conciertos al aire libre, ferias de libros y demás eventos culturales el mismo escenario en el que puños cerrados descargan su furia contra alumnos. ¿Qué implica, pues, esta dialéctica del espacio público como enclave de expresión política y desencuentro en contraste con la convivencia extracurricular?

© Gonzalo Mendoza Morfín

El conjunto urbano con el casco central de Ciudad Universitaria es reconocido debido al movimento de integración plástica con los elementos arquitectónicos, urbanos y paisajísticos característicos de los postulados del Movimiento Moderno, el éxito del espacio público en las denominadas islas que abarca la explanada de Rectoría así como toda la masa arbórea frente a las Facultades reside en el grado de apropiación por parte de estudiantes como agentes sociales que forjan un sentido de comunidad a través del uso de las áreas verdes como espacio de socialización, ocio e incluso algunas veces para el estudio. Se trata pues, de la creación de una unidad física, moral y pedagógica que permite una fácil comunicación de las diversas escuelas.

© Gonzalo Mendoza Morfín

Claro que la declararatoria de la UNESCO para el conjunto como patrimonio cultural de la humanidad no le ha valido para atender otras problemáticas enraizadas en la violencia, como son los casos sin resolver de desapariciones, feminicidios y otros delitos que se han inflingido a miembros de la comunidad universitaria, además del latente narcomenudeo, tanto fuera como dentro del conjunto; esto, por supuesto tiene connotaciones sociales y políticas que rebasan por mucho cualquier concepto que parta de lo arquitectónico. 

© Gonzalo Mendoza Morfín

Es interesante, por otra parte, que Le Corbusier, uno de los más distinguidos precursores y exponentes del Movimiento Moderno exaltara a la nueva arquitectura como resultado de la revolución, para él la arquitectura en cierto grado podía cambiar a la sociedad, como lo deja ver en sus obras teóricas Hacia una arquitectura y en Cómo concebir el urbanismo.La expresión artística del campus central de Ciudad Universitaria, con todo, estuvo impregnada de una serie de preceptos que reivindican la lucha por la libertad de pensamiento pues tan sólo un par de décadas atrás, la Constitución de 1934 establecía que la educación impartida por el Estado sería socialista, influencia que sin duda pervive en la obra de los muralistas que participaron con obras artísticas del conjunto.

El uso, por lo tanto, que se le ha dado al campus central es tanto de protesta en una condición totalmente politizada a la vez que se le ha conferido un peso simbólico como semillero de conocimiento, quedando clara la militancia de los jóvenes estudiantes a través de las generaciones que ahí se han formado, esto último lleva a la breve revisión de un evento particular que ha sido materia de estudio, crítica y especulación en las últimas décadas.

© Gonzalo Mendoza Morfín

En tan sólo un par de días se cumplen 50 años de uno de los eventos que ha marcado la memoria colectiva, una de las expresiones más feroces en la que se acentúo cómo opera el aparato represor del Estado: 2 de octubre de 1968, cuya precuela tiene origen en el famoso Mayo francés, la Primavera de Praga y otras manifestaciones sociales vinculadas a los movimientos estudiantiles. El conmovedor documental dirigido por João Moreira Salles, El intenso ahora (No intenso agora, 2017) genera una serie de reflexiones en las que a manera de ensayo, vierte algunas hipótesis sobre el periodo de agitación política y la efervescencia desencadenada a partir de las desestabilizaciones generadas por estudiantes, así como el halo de intensidad que encontró su clímax en protestas, formación de barricadas y toma del espacio público como manifestación contra los gobiernos oligárquicos y en pro de la democratización de la educación. Si bien el director y guionista, explora la narrativa visual para construir un discurso de índole personal, exhibe al menos, toda la energía contenida en una juventud no conforme con la estructuras sociales impuestas, la “espontaneidad incontrolable” así como lo efímero de la resistencia una vez que se diluyen los esfuerzos tras el cansancio y la precariedad. 

© Gonzalo Mendoza Morfín

¿El ocaso del movimiento del 68?... en una búsqueda por subvertir la estructuras, y a favor de equidad y justicia, al menos 30 mil estudiantes se unieron el 5 de septiembre de 2018  para marchar y exigir  la expulsión de quienes sostenían ser alumnos miembros de grupos de choque y que participaron de los hechos violentos días antes en la explanada de Rectoría; tal como marcharon los miembros de una generación antes en 1999 y como lo vuelven a hacer a manera de protesta por la desaparición de 43 Estudiantes de Ayotzinapa en 2014. Es en esta corriente del tiempo en la que no cabe la amnesia histórica, pues el recrudecimiento de la violencia y la corrupción, son catalizadores del hartazgo que encuentra salida en la toma del espacio público, incluso en los que están destinados a la educación y el control. 

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Sobre este autor/a
Cita: Parvin Alexandra Camal Segundo. "El campus universitario como espacio de protesta " 28 sep 2018. ArchDaily Colombia. Accedido el . <https://www.archdaily.co/co/902842/el-campus-universitario-como-espacio-de-protesta> ISSN 0719-8914

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