Teoría de la arquitectura unificada: Capítulo 6

Desde hace un tiempo venimos publicando, a través de sus diferentes capítulos, el libro Teoría Unificada de la Arquitectura de Nikos Salingaros, para que pueda ser consultado libremente por estudiantes y arquitectos de todo el mundo. Si te los perdiste, puedes leer antes la introducción, el capítulo 1, los capítulos 2A y 2B, el capítulo 3, el capítulo 4 y el capítulo 5.

* Traducido por Raquel Vallines Mira, PhD. / Corregido por Arq. Francisco Contreras.

“…el problema es que un conjunto de escritos llamados “Teoría crítica” se confundan con lo que es una teoría arquitectónica. No tienen nada que ver, de hecho, no son una teoría de nada. La 'Teoría crítica' es simplemente una hoja de ruta para una revolución basada en principios tecnocráticos y marxistas. Las sociedades tradicionales deben ser disueltas y las personas utilizadas como engranajes en una gran máquina industrial”.

Supongamos que conseguimos documentar y catalogar todos los lenguajes de formas, incluidos aquellos de tradición vernácula, de tiempos pasados, y práctica contemporánea. La disciplina científica requiere ir un paso más allá considerando su análisis y clasificación. La catalogación es una manera muy útil de almacenar información pero es sólo el principio de un estudio sistemático.

¿Qué tienen algunas de esas lenguas en común y en qué cualidades difieren? Una manera de medirlas es su grado de complejidad, según el número de palabras necesario para definirlas. Otra es su adaptación local. ¿Hasta qué punto un leguaje de formas se explica a sí mismo como “regional”? En este caso, regional es lo contrario de universal.

Por lo tanto resulta útil clasificar los lenguajes de formas en base a cómo se adaptan a cierta localidad. Si se adapta, y por supuesto cualquier lengua se adaptará a su propia localidad: lo que mediremos será el éxito de esa adaptación (lo bien que se ha adaptado). El éxito de adaptación se mide en si los edificios muestran una alta eficacia energética con baja sofisticación tecnológica, de forma que la mayoría de la población pueda beneficiarse de ello. La alta tecnología energéticamente eficiente tiene muchos beneficios pero, por otro lado, suele depender de tecnologías y materiales importados y por tanto es de origen global, no regional. 

Intentemos extraer un resultado teórico: “¿Está la complejidad de un lenguaje de formas relacionada con su grado de regionalismo?”

El regionalismo mide en qué medida son utilizados los materiales locales, cómo la cultura local es considerada en la geometría del edificio, como las adaptaciones al clima se vuelven parte del diseño, etc.  Por el contrario, nosotros medimos en qué medida estos factores son ignorados en un esfuerzo de imponer una concepción estilística de manera autoritaria.

En el pasado, el transporte era complicado, así que la gente estaba obligada a utilizar materiales locales. Existe una filosofía, relacionada con el regionalismo, respetuosa con el paisaje y la naturaleza. ¿Se respetan los árboles, los ríos, las montañas y los lagos, o se destruyen indiscriminadamente para hacer hueco a nuevas construcciones? Además, si un edificio se construye con materiales locales de calidad,  teniendo los cuidados y mantenimiento necesarios, tendrá una larga vida. El edificio cobra un sentido que lo hace ser parte del lugar y de su cultura. Por el contrario, los edificios que no se corresponden con el ambiente local, a menudo se deterioran relativamente rápido. De no ser así, pueden convertirse en intrusos indeseados. 

Las edificaciones construidas con técnicas y materiales locales, teniendo los cuidados y mantenimiento necesario, tienen una larga vida y se hacen parte del ambiente natural y humano. Casas en Congost de Montrebei, España. Image vía Flickr / Usuario Miguel Rubira García. CC.

Otro aspecto importante, que merece ser investigado más profundamente, tiene que ver con cómo cada persona reacciona emocionalmente frente a un edificio. Esto tiene mucho que ver con el lenguaje de formas y no tanto con la respuesta específica provocada por este edificio en particular.

Esta pregunta sólo tiene sentido si aceptamos la afirmación de Christopher Alexander, de que el 90% de nuestra respuesta emocional frente a un edificio es compartida dentro de cada cultura. No es una cuestión de opinión o de sí algo nos gusta o no, todo depende de educación y de cómo hayamos sido educados y condicionados. La opinión personal tiene, por tanto, poca importancia.

Algo que sentimos conectado a nuestra persona, a lo más profundo de nuestro ser, con lo que nos identificamos. Como dice Alexander se convierte en algo “personal”. Esta conexión viene como producto de ciertas propiedades geométricas, algunas de las cuales conocemos (y vamos a estudiar aquí).

La coherencia geométrica en una estructura, cuando alcanza un nivel óptimo, nos produce un intenso sentimiento positivo. Paradójicamente, este sentimiento puede provenir de una estructura que, por distintas razones, no nos gusta particularmente o la cual no consideramos de gran valor artístico o arquitectónico. Esta contradicción que existe entre lo que experimenta nuestro cuerpo y lo que nos dice nuestra mente racional, puede provocar una disonancia cognitiva.

Un alto grado de conectividad con un artefacto o estructura establece una relación personal con el objeto físico o el espacio. Experimentamos un proceso de sanación, una sensación de felicidad, a menos que por supuesto en su lugar estemos experimentando una disonancia cognitiva. (Esto crea un estado de estrés).

Esta discusión tiene importantes implicaciones filosóficas. Propone una visión post cartesiana del universo. Recordemos que Descartes veía las cosas naturales como maquinas separadas unas de otras. Por el contrario, nosotros vemos una persona y al objeto con el que interactúa como dos componentes de un sistema más complejo. La acción de experimentar un artefacto o un edificio une al observador con lo observado.

La coherencia geométrica en un edificio, es decir la armónica relación entre sus partes, produce un sentimiento positivo al presenciarla y vivirla; esto puede ocurrir inconscientemente con edificaciones que el observador considera de poco valor artístico o arquitectónico. Casa victoriana en San Francisco, California, USA. Image vía Flickr / Usuario David Sawyer. CC.

De hecho, la física moderna se basa, precisamente, en esta íntima interacción entre el observador y lo observado. Los experimentos que demuestran este fenómeno se desarrollan en el nivel cuántico.Lo que estamos debatiendo aquí, sin embargo, ocurre en un nivel macroscópico.Por esto, tenemos que confiar en nuestra percepción, más que en cualquier medida física.

Sin embargo, durante las últimas décadas, la filosofía cartesianista ha triunfado, volviéndose incluso más extrema. El universo y sus mecanismos, de gran complejidad, se han visto como máquinas simplistas, lo cual es falso.Nuestra percepción del mundo se ha vuelto reduccionista en muchos campos, incluyendo el diseño, haciendo caso omiso de la ciencia en el proceso.En la actualidad, el discurso arquitectónico no considera el complejo vínculo entre el observador y lo observado.

Seguir los orígenes de este desarrollo nos conduce a una antigua filosofía política.Un grupo de filósofos conocido como la “escuela de Frankfurt” propuso un conjunto de reglas radicalmente nuevas para la sociedad. Esto ocurrió en los años 30 dentro un impulso marxista para una nueva sociedad. Sus escritos, conocidos como “Teoría crítica”, ignoran la naturaleza humana y esperan, de manera algo ingenua, moldear un nuevo ser humano que habite en un mundo utópico.Pero cualquier filosofía que se desconecte de la ciencia está destinada a ser engañosa e incluso peligrosa, y esto es especialmente cierto de la “escuela de Frankfurt”.

Un principio central de la ideología marxista es que el pasado y las tradiciones se interponen en el camino del progreso humano.La única manera de avanzar, afirma, es, en primer lugar, rechazar todo el pasado y destruirlo para que no contamine nuestra nueva y recién construida utopía.Este pensamiento tiene consecuencias profundas en el diseño del medio ambiente.Las nociones tradicionales de conexión con la arquitectura son consideradas políticamente incorrectas y son seriamente condenadas.

Para los arquitectos, el problema es que un conjunto de escritos llamados “Teoría crítica” se confundan con lo que sería una teoría arquitectónica. No tienen nada que ver, de hecho, no son una teoría de nada. La “Teoría crítica” es simplemente una hoja de ruta para una revolución basada en principios tecnocráticos y marxistas.Las sociedades tradicionales deben ser disueltas, y las personas utilizadas como engranajes en una gran máquina industrial.

Se ve el surgimiento de un resentimiento contra las nociones tradicionales de belleza, que afecta también a la arquitectura. Los lenguajes de formas tradicionales son declarados indeseables, aptos únicamente para la extinción. Deben de ser remplazados por un único lenguaje universal que refleje la tecnología, la industrialización y la colectivización.

El “Regionalismo crítico” es un movimiento que promueve la adaptación del diseño al ambiente y las condiciones locales y, hasta cierto punto, a los materiales disponibles en el área. Representa una reacción saludable a la no-adaptabilidad del estilo internacional del modernismo. Por desgracia, la inclusión en su nombre de la palabra “crítico” crea una contradicción, puesto que lo vincula con un movimiento filosófico y político anti-regional y anti-tradicional. En la práctica, el regionalismo crítico perpetúa voluntariamente los lenguajes de formas del modernismo. Nuestra opinión es, sin embargo, que el regionalismo debe proteger y volver a utilizar los lenguajes de formas tradicionales. El regionalismo puro debe liberarse de cualquier lenguaje de formas global impuesto desde arriba por fuerzas de uniformización y conformidad.

El regionalismo crítico promueve la adaptación del diseño a las condiciones del lugar; pero al mismo tiempo perpetúa voluntariamente los lenguajes de formas del modernismo. Centro Kursaal, San Sebastian, España. Rafael Moneo, 1999. Image vía Flickr / Usuario José María Mateos. CC.

Esto plantea el problema de la relación de algunos lenguajes de formas con ciertas filosofías.Esto podría ser cierto pero difiero con la con gran parte de otros escritores e insisto, la filosofía no puede considerarse un sustituto de la teoría arquitectónica. Con independencia de como surja un determinado leguaje de formas, herramientas teóricas de la arquitectura y la biología humana pueden utilizarse para explicar lo efectivo del lenguaje en producir edificios útiles. Este es el verdadero objetivo de la teoría de la arquitectura.

“Poner la carreta delante de los bueyes”, es decir, etiquetar como “teoría” un discurso filosófico o político asociado a un lenguaje de formas es una total distorsión del concepto de teoría.Por desgracia, la mayoría de los libros de “teoría arquitectónica” son meros relatos históricos de pensamientos que justifican cierto lenguaje de formas, utilizando criterios que no se basan en el uso humano.

Idiomas de formas similares han evolucionado en diferentes culturas que comparten, sin embargo, topografía, clima y materiales locales.Este es un ejemplo de evolución convergente paralela, similar al fenómeno biológico de las aletas dorsales compartidas por los tiburones y los delfines. Por el contrario, el homogeneizar las diferencias culturales y geográficas puede terminar destruyendo la sostenibilidad desarrollada y la eficacia energética asociada a leguajes de formas tradicionales.

Durante aproximadamente un siglo, hemos experimentado teorías basadas en proyectos, lo cual no es de ninguna forma una teoría. Un arquitecto diseña un edificio de manera intuitiva, normalmente utilizando un lenguaje de formas desarticulado y a posteriori crea algún tipo de explicación que lo justifique. Esto es simplemente publicidad. En la arquitectura, los críticos participan e incluso colaboran en este juego de explicaciones ad hoc, hablando de ellas como si fuesen verdaderas teorías. Esto, sin embargo, no es una representación ni científica, ni honesta del verdadero proceso de diseño.

A menudo, el arquitecto inventa un estilo superficial que no tiene ninguna base racional, siendo sólo una inspiración visceral que refleja cómo expresar ciertas imágenes predilectas. En otras ocasiones, el arquitecto puede estar motivado consciente o inconscientemente por fuerzas destructivas que se reflejan en la creación de un proyecto de estilo “transgresor”. Este tipo de formas nunca van acompañados de explicaciones “teóricas” honestas sobre su fuente de inspiración.

No creo que las justificaciones a posteriori de los edificios contemporáneos sean herramientas útiles que beneficien a los estudiantes de arquitectura, sólo empañan lo fundamental de la cuestión, la diferencia entre lo que es una teoría genuina y lo que es simplemente publicidad.

Mas sobre este tema:

Christopher Alexander, The Phenomenon of Life(El fenómeno de la vida), Capítulo 7: “The Personal Nature of Order”(La naturaleza del orden personal) (Centro para la estructura ambiental, Berkeley, 2001).

Leon Krier, “Building Civil Cities”(Construyendo ciudades civiles), Traditional Building (Construcción tradicional), 2005; Disponible en: http://zeta.math.utsa.edu/~yxk833/KRIER/Leon-civilcities.html

Nikos A. Salingaros y Kenneth G. Masden, “Politics, Philosophy, Critical Theory” (Política, Filosofía, Teoría Crítica), Sociedad de Filadelfia, 2011. Debido a que este es un capítulo del presente libro lo publicaremos en línea próximamente.

Sobre este autor/a
Cita: Nikos Salingaros. "Teoría de la arquitectura unificada: Capítulo 6" 09 nov 2015. ArchDaily Colombia. Accedido el . <https://www.archdaily.co/co/776853/teoria-de-la-arquitectura-unificada-capitulo-6> ISSN 0719-8914

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